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Anjel Ordóñez Periodista

Cada año más pulsaciones

Korrika comenzó ayer una nueva aventura en Tutera, y ya van dieciséis. El paso de los años, la vasta experiencia acumulada y la creciente implicación popular convierten cada dos años en algo natural lo que en cualquier otro contexto sería poco menos que un milagro: que miles de personas sincronicen sus apretadas vidas para llevar en volandas el testigo reivindicativo de Korrika por cientos de ciudades, pueblos y barrios de Euskal Herria. La suave pero imparable carrera no falla y al pasar deja ese sabor entre dulce y amargo que tiene todo lo que se hace desear y, cuando llega, apenas se deja disfrutar unos minutos. Cada dos años, como la lluvia en abril, Korrika salta a nuestros calendarios. Nos hemos acostumbrado. Buscar la pasta para comprar el kilómetro, calentar el ambiente con éste o aquel acto social o cultural, calarse el dorsal y a correr detrás del testigo. ¡Korrika! Cada año con más pulsaciones, por cierto.

Con los años y el devenir de los nuevos estadios generacionales, Korrika ha ido evolucionando desde sus albores netamente reivindicativos hasta convertirse en un acontecimiento cultural de primer orden. Puede que ése sea el secreto de Korrika. De su supervivencia y fortalecimiento, de su ganado y sólido respeto en la sociedad. Nació en una época convulsa, en los primeros ochenta, como una más de las muchas manifestaciones populares que convirtieron a Euskal Herria en una gigantesca respuesta a aquel asfixiante ambiente creado por la fallida transición política. Pocas de aquellas iniciativas han sobrevivido al paso del tiempo y a las inevitables transformaciones sociales; y muchas menos lo han hecho con la salud de la que disfruta Korrika. Pero si no cabe duda de que en treinta años las cosas han cambiado, no es menos cierto que el caldo de cultivo en el que se fraguó Korrika sigue prácticamente intacto en todavía demasiado amplias zonas de Euskal Herria. Ahora, como entonces, el euskara sigue luchando en batalla desigual por salir del ostracismo al que algunas instituciones lo han relegado, por volver a ser lo que una vez fue: la lengua de este país. No por casualidad Korrika renació ayer en Tutera. Badator!

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