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Raimundo Fitero

Las medidas

No sé qué producto anuncia, pero hay un anuncio protagonizado por un varón de piel chocolate, musculatura ostentosa, rodeado de mujeres que al desprenderse de su taparrabos provoca una exclamación de frustración entre ellas y una voz nos recuerda que el cincuenta por ciento menos sí se nota. O algo así. El tamaño importa, al igual que las medidas y las dosis. Por lo tanto si cualquiera se dedica veintiún días a comer chorizo de cantimpalo en medidas desmesuradas, seguramente acabará con problemas diversos en su cuerpo y hasta en su alma. Y si además, lo haces bebiendo algo con burbujas puedes acabar en urgencias.

Por lo tanto, si uno se dedica esas tres semanas a fumar porros, a realizar catas de las mejores hierbas, de los mejores resinas, puede acabar con un empacho, con el cerebro desubicado y con muchas fatiguitas. Es más que probable que te una pálida, porque meterse con las marihuanas de diseño que cultivan en Holanda es una graduación tóxica que debe hacerse con mucho control. Entonces, el programa de Cuatro que lleva por título genérico «21 días....», con una periodista que se dedica a pasar esos días inmersa en la cuestión planteada, en el dedicado a los porros, que es que he tendido la desgracia de seguir con bastante atención, acabó demostrándose como una campaña puritana contra esta sustancia. E insisto, podría ser contra el vino verdejo, del licor de los benedictinos o del aceite de las alpujarras, todo con exceso, puede producir lesiones circunstanciales.

Yo estoy de acuerdo en que vivir exclusivamente para fumar porros o para criar berenjenas es malo. Y que los porros, en una medida excesiva crea adicciones, siempre superables, y en caso de circuitos cerebrales con alguna deficiencia puede acelerar los procesos o incluso dañar alguna parte. Pero de ahí, a lanzar tantas consignas en contra, buscar el testimonio tramposo de un recién converso, de alguien que todavía tiene el síntoma de abstinencia, no del mono, ojo que hablamos de derivados del cannabis, no nos alarmemos tanto, fue lo que nos sitúa ante una experiencia que no sirve nada más que para probar una hipótesis anterior. Para eso, mejor que hablasen los obispos.

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