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Las instituciones huyen de sus responsabilidades ante la violencia de género

El pasado lunes, una mujer murió en Gasteiz. Ocurrió 48 horas después de haber recibido una paliza a manos de su marido, del que había huido meses atrás tratando de salvar su vida. Contaba sólo 38 años y se llamaba Milagros Salazar. Las informaciones que ha recabado GARA señalan que Milagros, junto a sus tres hijos de dos, diez y trece años, residía en una vivienda donde fue fatalmente localizada por su marido.

Ayer, una semana después de la muerte de Milagros, tanto la Diputación de Araba como el Ayuntamiento de Gasteiz hicieron oír su voz por fin. La primera, para aclarar que el piso de acogida no depende de ella. El segundo, pidiendo a los medios de comunicación que el asunto se trate con prudencia. Ninguna institución quiere saber nada de la muerte de Milagros. Ninguna informó de su fallecimiento, ni tampoco de la paliza recibida antes. Ninguna trató de averiguar algo más sobre las poderosas razones que la llevaron a abandonar su domicilio en Bizkaia junto a sus tres hijos menores. Ninguna. Todas ponen el ventilador apretando el botón de siempre: no había denuncia. ¿Hace falta una denuncia para evitar muertes como la de Milagros?

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