El dedo de Antonio Basagoiti acabó designando a Arantza Quiroga, la número 3 del partido en la CAV, como la persona que el próximo viernes se enfrentará a la jeltzale Izaskun Bilbao para conseguir la Presidencia del Parlamento y resultará vencedora. Se trata, según han dicho desde fuentes del PP, de un decisión personal del presidente del partido, y se sabe que obedece no sólo a cuestiones de valía personal, sino también de equilibrios internos y provinciales de poder.

Quiroga, que cumplirá 36 años en julio, tiene un importante bagaje político y también parlamentario. Fue edil del PP con 21 años y presidenta de Nuevas Generaciones de Gipuzkoa. Entró en el Parlamento en noviembre de 1998 y su trabajo ha estado muy ligado a las cuestiones sociales.

Si bien no se le discute ni capacidad política ni conocimiento de los entresijos de la Cámara, Arantza Quiroga carece de una de las condiciones que hasta la fecha han cumplido sus antecesores: hoy no es capaz de expresarse en euskara, una de las dos lenguas oficiales para el trabajo parlamentario, a pesar de que su madre es euskaldun y su amama baserritarra le hablaba en euskara. Dice que hará un esfuerzo para recuperarlo.

Sus socios de pacto, el PSE, hicieron ver hace algunos días en público la conveniencia de que quien fuera a dirigir el Parlamento dominara las dos lenguas oficiales del mismo, pero Antonio Basagoiti cortó inmediatamente ese debate. De hecho, da la impresión de que la designación de Quiroga pretende «marcar territorio» frente al PSE, no sólo por su condición de no-euskaldun, sino también porque a estas alturas es público que la futura presidenta de la Cámara representa al sector más retrógrado del PP. Poco importa que, como ha confesado recientemente, ella en sus relaciones nunca utilizaría condón, lo que pertenece a la esfera de su intimidad. Pero lo que ya trasciende al ámbito social es que, tras las últimas declaraciones de Benedicto XVI en África en relación al sida, diga que «yo estoy de acuerdo con el Papa, el preservativo no es la solución».

Un dato final que queda como advertencia ahora que asume nuevo cargo: «Yo mando y me encanta mandar». Eso sí, con una sonrisa casi perfecta.