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Julen Arzuaga Giza Eskubideen Behatokia

Mangueras, listones y martillos

Han coincidido en el tiempo la decisión de Lakua de aparcar la aplicación del protocolo para Asistencia a Personas Detenidas -y sus dolorosas consecuencias en la persona de Manex Castro- con el proceso de negociación para formar Gobierno en Gasteiz. Al PNV le hacía falta mostrar claramente su disposición a pactar con Madrid. Ni siquiera eso le ha servido. Éste es el punto de partida en el análisis de la situación política que realiza Arzuaga, quien confía en la mayoría social vasca para articular alternativas a la negación de Euskal Herria.

Te hemos cazado. Ahora nos vas a cantar todo. Te vamos a meter una manguera por el culo. Vamos a detener a tu madre, la vamos a follar». Son las palabras con que las que recibió la Ertzaintza a Manex Castro en el calvario de su detención incomunicada. Un régimen que la Consejería dirigida por Balza no aplicaba en los últimos tres años, me imagino que porque su partido había apoyado en el Parlamento una iniciativa legislativa que consideraba que «la tortura se practica con mayor frecuencia durante la incomunicación». No especularé mucho sobre por qué justo en aquel momento, en que había que mostrar que el PNV todavía era un buen socio de cualquiera, dispuesto a lo que sea con tal de mantener la butaca.

El tan cacareado Protocolo para la Asistencia a Personas Detenidas bajo Detención bla, bla, bla de la Ertzaintza no ha funcionado. Dijimos que sería de aplicación siempre sometida a variables, a intereses, que ahora parece, han mutado. La familia no tiene constancia de la llamada para recibir explicaciones sobre el estado del joven, los médicos de confianza no han podido asistirle, sus abogados no tienen acceso a esas grabaciones preceptivas y avaladas por organismos varios. Será que no existen. Leo en un informe de Naciones Unidas que la detención incomunicada se puede considerar una desaparición forzada si fallan los mecanismos para conocer sobre el paradero y la situación del detenido. Palabras mayores, pero bien traídas al caso.

Cuando suceden esos hechos está en boga el ritual de apareamiento con intercambio de fluidos corporales -saliva y sudor, digo- para la conformación del Gobierno. Ese Gobierno procedente de las elecciones más vergonzosas, sucias y antidemocráticas que, al menos esta mi gloriosa generación del Estatuto de Gernika, hemos conocido. No hay acuerdo transversal, pero Iñigo Urkullu y Patxi López coinciden en una prioridad y en un concepto: «Hay que elevar el listón ético contra la violencia». Para elevar algo, es de suponer que se parte de una base. No hay que ser arquitecto para saber que si falla el cimiento, falla la estructura. La base deberá ser, entonces, una trayectoria, un pedigrí éticamente irreprochable. ¿Lo tienen? Y más importante aún, ¿lo tendrán?

Se suceden los acontecimientos: Ares dice que López lehendakari anulará las subvenciones a familiares de presos porque «hieren profundamente a las víctimas», cuando se cumple el veinte aniversario de la dispersión, práctica que sólo ha traído cifras y estadísticas constatables de dolor, sufrimiento y muerte.

Leo algunas declaraciones de obispos, antiguos doctores en ética, que encuentran «razones humanitarias que requieren el respeto de los derechos» de los presos políticos y muestran la «cercanía humana y consuelo espiritual a los familiares de los 600 presos dispersos en más de 50 cárceles españolas que padecen riesgos y quebrantos para visitarlos». Basagoiti les recrimina que «son un lastre para la paz», vaya, que como sigan por ahí no participarán en su fiesta.

Y como colofón, el PP y el PSE acaban de firmar un documento de pacto de gobierno «al servicio de la sociedad vasca». en el que reclaman la «libertad de tod@s», mientras imponen sufrimiento y apartheid para una parte sustancial de ella. Traen aquí el lema del despotismo ilustrado «todo por el pueblo pero sin el pueblo» o por lo menos para una importante parte de él, invisibilizando así el problema. Muerto el perro... y en Nafarroa ni hablamos. Vaya tema, con la base ética. Busquemos elementos de contraste en otras latitudes, porque desde luego estas no nos valen.

Encuentro en un tratado de resolución de conflictos una mención sobre la forma de intervenir en ellos: «La pauta dominante es el deseo de venganza, superior incluso al deseo de solución del problema». Es la interiorización del «ojo por ojo» de las sociedades bárbaras, de las precivilizaciones. Dicen que el sistema penal se impuso para revertir la venganza en justicia. Veamos lo que nos dice el académico italiano Luigi Ferrajoli, una eminencia: «El derecho penal nace precisamente cuando la relación bilateral parte ofendida/ofensor es sustituida por una relación trilateral, que ve en tercera posición o como imparcial a una autoridad judicial. Es por esto que cada vez que un juez aparece animado por sentimientos de venganza, o parciales, o de defensa social, el derecho penal regresa a un estado salvaje, anterior al nacimiento de la civilización».

¿Se puede aplicar a lo que percibimos hoy y aquí? ¿No es lo que tenemos ante nuestros ojos? Sea la responsabilidad del juez, del policía actuante, del funcionario de prisiones, del responsable político... que invoca la defensa social, la dignidad de las víctimas, la «libertad de tod@s», ¿no estamos ante la exaltación de una in-justicia de venganza, de búsqueda de rendimiento político bastardo? ¿No percibimos claramente la aplicación de medidas arbitrarias, atajos para satisfacer un interés ajeno a la justicia, para conseguir un beneficio político inmediato? Me favorece amañar las elecciones, lo hago. Me favorece detener preventivamente a quien todavía no ha cometido delito, lo hago. Me favorece torturarles, para ver que les imputo, lo hago. Me favorece relegar al ostracismo a sus familiares, lo hago. Y todo ello en aras de la superioridad moral ¿Eso es elevar el listón ético? No, es aplicar la venganza con todas las herramientas -ilegales o legales reformadas hasta resultar irreconocibles- de que dispone el sistema.

Yes que cuando en la caja de herramientas sólo hay martillos se tiende a ver todos los problemas como si fueran clavos. Cuando sólo se dispone de herramientas represivas y de restricción de libertades para enfrentarse a este conflicto, ya demasiado enquistado, se yerra en la solución. Esa reclamación de alzar el listón «contra la violencia» se interpreta fácilmente como la elevación del listón represivo, la carta blanca a la arbitrariedad y de la injusticia. Seguirán matando moscas a cañonazos, eliminando espacios de libertad -«espacios de impunidad», López dixit- a porrazos, golpeando al distinto, al disidente, al presunto ciudadano, ahora delincuente declarado, a mandobles de su martillo de herejes... porque en su caja de bricolage no tienen otra herramienta.

Y mientras, confío en que la mayoría de la sociedad vasca cuente con otros parámetros de acción y sea capaz de dibujar y promover vías alternativas de solución. El kit de piezas a ensamblar está sobre la mesa de trabajo. Contamos con todas las herramientas para la reconstrucción, el acople, la soldadura de sensibilidades afines que se enfrenten a esa dinámica propuesta por los aparatos de estado de sufrimiento, venganza e injusticia y la reviertan en soluciones, más democracia, más participación social, más iniciativas políticas eficaces que den respuesta a las expectativas de la ciudadanía.

¡Manos a la obra!

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