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Crónica | Teatro desde Polonia

El vídeo como lenguaje escénico preponderante en el Premio Europeo de Teatro

La escena contemporánea ha incorporado los lenguajes audiovisuales como una parte esencial de muchas de sus expresiones, tal y como tuvimos ocasión de ver en la jornada de ayer del Premio Europeo de Teatro de Wroclaw.

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Carlos GIL

Se trata de un uso orgánico, absolutamente incurso en la propuesta y formando parte de manera destacada de la propia estética. Rompiendo, por otra parte con la contradicción de los dos lenguajes antagónicos ya que, en muchas ocasiones, se mezclan las imágenes pregrabadas con las tomadas en la propia escena que multiplican los puntos de vista y acercan o distancian al actor para llevarnos a su interior o a exteriorizar de manera tecnológica todas y cada una de las emociones o los propios discursos.

En este sentido el director belga Guy Cassiers es uno de los que han logrado incorporar a sus puestas en escena las cámaras, las pantallas, la mezcla en vivo de las imágenes reales, las tomadas de la actuación junto a pregrabadas, ya sean colores, figuras, manchas, o figurativas, y tuvimos la ocasión de presenciar una muestra en la representación de «Sunken Red», un monólogo interpretado en inglés por Dirk Roofthoofgt, basado en la novela «Besonken rood» de Jeroen Brouwers en donde el personaje va narrando sus propias emociones después de la pérdida de su madre, mezclada con amargos recuerdos de los campos japoneses de prisioneros en la Segunda Guerra Mundial.

Un texto casi susurrado por el actor, en un espacio escénico repleto de unas mini piscinas con agua corriente, y un fondo móvil que era una pantalla donde se proyectaban las imágenes de las cámaras colocadas en el escenario a la vista de todo el público, y que con una iluminación ambiental realmente bien resuelta, iban construyendo como una suerte de subtexto cromático, como una textura pictórica que elevaba la palabra, la acción a otro territorio de comunicación y que demostraba la existencia de un buen maridaje entre las artes visuales y las interpretativas, logrando un todo coherente.

Rodrigo García también hace uso de las proyecciones de vídeos pregrabados, de las cámaras en la propia escena, y volvimos a ver su obra «Arrojad mis cenizas sobre Mickey», en la que es una de sus creaciones más paradigmáticas en cuanto hace un uso de sus constantes escénicas: textos llenos de mensajes cargados de inocencia y lucidez frente al estatus social y económico dominante, uso de elementos físicos para que los actores entren en un juego directo con ellos: fuego, miel, cemento líquido, relaciones de paradoja, provocación sexual, y una parte final con una grabación de la actriz practicando paracaidismo.

provocación contestada

También aparecen animales vivos, en este caso dos ratones que son colocados en una pecera y grabados para que en la pantalla gigante se vea su lucha por la supervivencia. Otra vez una espectadora entró en el altar sagrado de la escena para reprochar el uso de los dos ratones, pero sin llegar a mayores, y su salida de la sala fue acompañada por otra docena de espectadores que educadamente mostraron su desacuerdo abandonando la representación. Forma parte del presupuesto de estos trabajos: la provocación puede ser contestada. Pero no hay duda, García crea momentos fascinantes, imágenes que perduran y los textos, cuando fondo y formas se ajustan bien, son espléndidos.

Coincidimos con Pippo Delbono, charlamos de sus circunstancias, después acudió rodeado de un sinfín de invitados y amigos para hablar de su ya larga trayectoria sobre los escenarios dando cabida a lo no habitual, tanto en lo referente a los temas tratados, como a su propia compañía con actores con problemas síquicos, como si la diferencia fuera su material de trabajo. Aquí se verá una retrospectiva muy amplia de su obra y lo contaremos en la próxima entrega. Lo mismo que otras muchas actividades, encuentros casuales con los grandes de la escena europea que por esta ciudad andan buscando las claves del teatro que se hacen hoy.

 

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