El voto de los albaneses de Macedonia en la segunda vuelta de las presidenciales de hoy es tan impredecible como crucial. El electorado albanés representa oficialmente el 25%, una cifra nada desdeñable habida cuenta de que para que los comicios sean validados debe votar al menos el 40% de los inscritos.

En Kamenjanje, en el extrarradio de Tetovo -bastión albanés-, los vecinos muestran indiferencia sobre los dos candidatos eslavos: Gjorgji Ivanov, del VMRO-DPMNE (en el poder), y Ljubomir Frckovski, de la socialdemócrata SDSM.

«Nos limitaremos a votar en las elecciones locales» simultáneas, asegura el cliente de una cafetería. Los demás asienten en silencio. Un joven se lanza: «No hay trabajo, no hay carreteras...». Los demás se animan: «No nos interesan estas elecciones. Ellos (los candidatos) no han venido por aquí».

Todo el mundo parece indiferente en esta región marcada por el paro pero donde no falta la mezquita en cada aldea.

Sin consigna de voto

En lo que sí coinciden muchos es en su satisfacción al ver que en la primera vuelta se presentó por primera vez en la historia de Macedonia un candidato albanés, Imer Salmani.

Este último, que logró el tercer puesto en la anterior vuelta, tampoco ha dado consigna de voto y resume así la situación. «Conocemos demasiado a Frckovski», ex ministro de Interior, «y conocemos aún más» a Ivanov.

Ernad Fexjullahu, del partido opositor albanés DPA, ha dado libertad de voto a sus seguidores. «No nos sentimos identificados con los programas de los candidatos».

Xhevat Ademi, del DUI, formación que ha apoyado al VMRO-DPMNE en el Gobierno, llama a votar por Ivanov.

La minoría albanesa de Macedonia protagonizó en 2001, tras la crisis de Kosovo, un levantamiento armado contra la discriminación por parte de la mayoría eslava.