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Antonio Álvarez-Solís periodista

Hay que echar algo en el cepillo

 

A los que somos abertzales de izquierda -unos por naturaleza y otros por adhesión juramentada- nos toca ahora preguntarnos cuáles son los deberes inesquivables a los que debemos hacer frente. Cierto es que la fe mueve montañas, pero a la fe hay que echarle purrusalda. Heme aquí, pues, metido a fraile limosnero, que no sería necesario si los creyentes lo fueran ciertamente. Pero dejemos el exordio y agarremos a la vaca por la «urbe», como decía un antiguo delegado de Iberia en Catalunya. ¿Qué quiero decir exactamente con esa sugerencia que acabo de hacer en el párrafo «ut supra»?.

Hace unos días los bibliotecarios de Iruñea protestaron porque su gobierno había retirado los fondos destinados a las bibliotecas públicas para que adquirieran periódicos como «Gara» o «Berria». La conclusión primera ante tamaña trasgresión del espíritu de servicio al ciudadano es que la guerra ha empezado en el mundo vasco desde que los corsarios del mar euskaldun se han apoderado de la nave institucional vasca. Y a esa guerra hay que responder en todos los frentes en que pueda operar la libertad. Uno de esos frentes está situado en el área del consumo. Un abertzale de izquierda -repito que no sé como pueden ser abertzales los otros- no sólo ha de abrir la boca en las manifestaciones o reunir foros fraternales para el análisis sino que ha de consumir sus productos materiales. No me vale discutir con pasión el contenido de «Gara» y adquirir luego las voces de Vocento. Antes de Franco los trabajadores leían sus propios periódicos, cotizaban a sus partidos y sindicatos y compraban en aquellos establecimientos que eran de algún camarada. No se puede ser rojo y comprar marcas blancas, si me admiten el juego de palabras. Hay que arrimar el hombro, porque no basta con la artillería coyuntural. Los de infantería, que son los que mantienen ocupado el territorio, también comen.

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