Al menos un centenar de muertos, decenas de desaparecidos, 1.500 heridos y 50.000 personas sin vivienda son las cifras que definen la tragedia vivida en la madrugada del domingo al lunes en Italia como consecuencia del terremoto que sacudió la región de Abruzzo. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, manifestó que lo sucedido constituye «la peor catástrofe de este milenio en nuestro país» y ponía de relieve que debe servir de advertencia sobre la posibilidad de que se produzcan periódicamente seísmos en la zona ahora afectada. A pesar de que en los últimos años se han producido importantes avances tecnológicos, los seísmos siguen produciendo miles de muertos. El pasado año perdieron la vida 90.000 personas en el interior de China, en 2007 un millar en Perú, en 2006 más de 8.000 en Yogyakarta (Índico), en 2005 cerca de 112.000 en Pakistán y en 2004 alrededor de 289.000 en Indonesia. Tanto por el número de vidas como por los daños registrados, estos últimos superan con creces las pérdidas de Italia. Sin embargo, la fuerte alarma creada en Occidente tiene pocos precedentes. No en vano Italia está en el corazón de Europa. El resto sólo es periferia.