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Mertxe AIZPURUA Periodista

Los nuevos costaleros

Nada como el poder y la dosis de cinismo adecuada para poder salir airoso de los contratiempos. Dicen que fue María Antonieta, esposa del rey de Francia Luis XVI, la que sentenció: «Si el pueblo tiene hambre y no tiene pan, que coma brioche». A la multitud hambrienta no debió hacerle gracia. Por esas asociaciones extrañas de la mente, el brioche de María Antonieta, los inmigrantes sin papeles y la Semana Santa se me han antojado elementos de un mismo sainete, aunque poco mordaz y muy hipócrita. Treinta y cuatro inmigrantes ilegales, subsaharianos, hindúes y algún pakistaní entre ellos, han sido elegidos por la cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo para portar a la Virgen del Rocío en la procesión de Melilla. Al respecto, se han podido oír sandeces de todo tipo: «gesto de solidaridad cristiana», «todos somos hijos del mismo Dios» e, incluso, «ejemplo de integración» para con quienes, llegados de los reinos del hambre y la miseria, sin que entiendan el idioma de rezos, letanías y saetas, se hacinan ahora en un centro de asistencia a la espera de que, terminada la santa semana, los devuelvan a su lugar de origen. Son los nuevos costaleros. Los ilegales e indocumentados que aspiraron a cruzar su frontera y el primer mundo cayó sobre sus espaldas, primero en forma de ataúdes para aquellos que no llegaron, y luego soportando el paso de la procesión. Sí; realmente, la religión cristiana descansa mejor viendo a estos costaleros sudorosos que sustituyen la ausencia de los devotos cristianos apremiados a irse de vacaciones a la Costa del Sol. La conciencia, tranquila, porque la penitencia para limpiarla ya se la hacen los infieles. Ellos, además, no se quejan; les pagan con un brioche de desayuno y la vuelta a casa.

 
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