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ANÁLISIS

Dos equipos impredecibles

Osasuna y Athletic tienen mimbres importantes, pero también defectos que los hacen imprevisibles. Tanto que los rojillos estaban a trece puntos de los rojiblancos hace once jornadas, y ahora les superan. Si a eso le sumamos la enorme presión de la grada, el miedo mutuo reconocido por Caparrós y el efecto del viento en la primera parte, el resultado no podía ser más que un partido absolutamente incierto, tan loco que Fernando Llorente fue el que más falló ante la puerta mientras su marcador, un antihéroe como Sergio, terminó desequilibrando.

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Ramón SOLA

Osasuna y Athletic tienen jugadores tan filigraneros como Masoud y Yeste, tan goleadores como Pandiani y Llorente, tan concentrados como Azpilicueta y Toque- ro, tan comprometidos como Josetxo y Koikili, o tan eficaces como Orbaiz y Puñal. Pero la mezcla no siempre funciona. Falta un punto de armonía y mucho de continuidad. Del Barcelona se sabe cómo juega. Del Numancia, también. Pero de Athletic y Osasuna lo único seguro es que sus aficiones se dejarán la garganta en la grada. El resto del rendimiento forma parte de algo tan arbitrario como la figura redonda del balón. Cuando los rojiblancos no encuentran la bendita intensidad de la semifinal de Copa, son un equipo plano. Y si a Osasuna le fallan el toque y la inspiración, puede pa- sarse un partido entero sin cruzar el medio campo.

Los 90 minutos del derbi confirmaron esa incertidumbre, alimentada por el factor viento en la primera parte y por la expulsión de Aitor Ocio en la segunda. El guión previsible apuntaba que Osasuna querría el balón y el Athletic apostaría por embarrar el partido, sabedor de su superioridad total en los balones parados y en el juego de choque. Y así fue de inicio, pero sólo en los primeros diez minutos. Sin Puñal y con Juanfran en horas bajas, Osasuna no encontraba la fluidez y el Athletic copaba el campo. Sin embargo, el primer tanto fue rojillo, y todo parecía abocar a un nuevo partido.

Las cosas no podían ser tan evidentes con equipos así de volubles, así que el Athletic empató en tres minutos y todo cambió. Masoud, Plasil y Pandiani metieron al envite en peleas en las que Osasuna tenía poco que ganar, y el Athletic disponía de más balón del que le gusta a Caparrós. Yeste se hartó de pasearlo, sin resultado.

El inicio del segundo tiempo sí reservaba un guiño al pasado. Como Yeste el año anterior, Ocio dejó a su equipo con diez por una nadería en medio campo. La grada lo celebró como un gol. Lo normal debía ser que los locales se hicieran con el balón. Pero no hay normalidad posible entre Osasuna y Athletic, de modo que los rojiblancos parecieron estar aún más cómodos en el campo durante diez minutos. Sólo Puñal supo leer el partido y dar a su equipo la pausa que requería. Los rojillos fueron poco a poco obligando a que el Athletic cavara una trinchera en su propia área.

Un partido así tenía que tener un final estrambótico. Los bilbainos habían ganado todos los balones por alto en una y otra área, y fueron a recibir de su propia medicina en el peor momento. La fama no sería para el héroe -Llorente, quizás despistado por sus rifirrafes con la grada, lo falló todo-, sino para el antihéroe. A Sergio nadie le vio llegar en el segundo palo. Nadie intuyó que aquél podía ser el hombre del partido. Pero lo fue.

En la impresión general quedó que el encuentro pudo tener en realidad cualquier desenlace, como cada vez que Osasuna y Athletic se enfrentan. A San Mamés llegaron casi igualados en la cola. Ocho semanas después, el 18 de enero, el Athletic llevaba trece puntos de ventaja a Osasuna. Once partidos más tarde, los rojillos van de nuevo por delante. Pero, tratándose de Osasuna y Athletic, no hagan apuestas.

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