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Alta tensión en Cachemira y ataques maoístas en las elecciones indias

Al menos 16 personas murieron en una serie de emboscadas y ataques de la rebelión maoísta, que controla vastas zonas del centro, sur y este de India. En la Cachemira ocupada, la masiva presencia militar y policial trataba de evitar protestas tras el llamamiento al boicot de varios grupos. La alerta se extendía, en la primera jornada electoral, a los estados del nordeste -entre ellos Assam- escenarios de luchas armadas por la independencia respecto a Nueva Delhi.

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La primera de las cinco fases en que tendrán lugar las elecciones al Parlamento de Nueva Delhi convocó ayer a votar a 143 millones de electores (prácticamente la población de Rusia) en 17 estados del norte, este y sur del subcontinente indio.

En el este, la guerrilla maoísta recrudeció su ofensiva contra los comicios, protagonizando ataques que dejaron un saldo provisional de 16 muertos.

En la Cachemira ocupada, el escrutinio tenía lugar en medio de una impresionante presencia militar y parapolicial.

Un primer ataque maoísta se produjo en el estado de Jharkhand (este), uno de los bastiones de la rebelión donde ya se registraron enfrentamientos con el Ejército en la víspera de la jornada electoral.

Un autobús de la guardia fronteriza cayó en una emboscada, muriendo siete paramilitares y dos civiles.

Las elecciones en este remoto estado, poblado por distintas tribus, tendrán su continuidad el 23 de abril, y el prohibido Partido Comunista de India-Maoísta ha llamado al boicot.

En el vecino estado de Bihar murieron en otro ataque dos paramilitares.

Al sur de Jharkhand, en el estado de Chattiisgarh -gran bastión de la insurrección- la guerrilla destruyó un yeep que transportaba a responsables electorales, matando a cinco.

Una rebelión en auge

Al menos 15 de los 28 estados de la Unión india -en el centro, este y sur- son escenario desde 1967 de una ofensiva armada de los maoístas (conocidos como naxalitas). Nueva Delhi reconoce que operan en 165 de los 600 departamentos del país.

El primer ministro, Manmohan Singh, ha asegurado que la rebelión maoísta sería la «mayor amenaza para la seguridad nacional». En 2007, más de 800 personas murieron a consecuencia del conflicto.

La rebelión, que según cifras oficiales de Nueva Delhi contaría con 8.300 combatientes repartidos en varias organizaciones, lucha contra los grandes terratenientes y las sociedades extranjeras que explotan las riquezas mineras locales. Se presenta como defensora de los campesinos sin tierra y de las tribus.

La tensión era también patente en Jammu y Cachemira, donde tenían lugar las elecciones en algunos distritos. El poder ocupante desplegó decenas de miles de efectivos. Grupos independentistas como Hizbul Mujahidin han llamado al boicot a los comicios. 47.000 personas han muerto en el conflicto armado iniciado en 1989 por el pueblo cachemir contra la ocupación india.

Otros 40.000 soldados y policías han sido desplegados en los estados del nordeste, separados de India por Bangladesh y escenario de conflictos armados independentistas. Junto a los estados de Manipur, Nagaland, Meghalaya, Tripura y Mizoram, destaca la reivindicación del Frente de Liberación de Assam. 15 personas han muerto en ataques en la campaña electoral.

Los musulmanes no saben ni a quién votar

La minoría musulmana en India (140 millones de personas) se siente estigmatizada y nada movilizada para votar en un país mayoritariamente hindú y jalonado por episodios de violencia interreligiosa.

«Deme una sola buena razón para que los musulmanes queramos vivir en India», espeta Mehroob Bano, abogado de Gujarat (este) que intenta que pongan en libertad a sus clientes, acusados de haber incendiado un tren en febrero de 2000. El incendio, que causó la muerte de 59 peregrinos hindués y fue fortuito según todas las investigaciones, desató una ola de pogromos que dejó un saldo de 2.000 muertos, casi todos musulmanes.

El primer ministro de Gujarat, Narendra Modi (del panhinduísta BJP), está acusado de haberlas instigado por omisión.

Siete años después «seguimos siendo tomados como objetivos, humillados, tachados de terroristas y en prisión sin proceso alguno», denuncia el abogado.

Aunque es cierto que tras los atentados de Mumbai no ha habido episodios mayores de violencia interconfesional, los musulmanes tampoco tienen confianza en el Partido del Congreso, al que hasta hace poco votaban tradicionalmente, por el incumplimiento de sus promesas en materia de educación o empleo.

«Somos tratados como un problema, no como seres humanos», deplora Aftab Ahmed, un comerciante de Nueva Delhi. Parte de su familia fue masacrada durante la Partición. Seis decenios después, la discriminación persiste. Y muchos musulmanes ni siquiera se han inscrito en el censo electoral Rupam JAIN NAIR

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