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Raimundo Fitero

Chiringuito

Por alguna razón que no admite demasiadas reflexiones colaterales, las televisiones, sus informativos y sus magazines se dedicaron a informarnos de la entrada de las palas excavadoras en algunas playas del litoral andaluz para ir quitando la huella del desmadre urbanístico y la lesión medioambiental de los chiringuitos. Es, sin duda, una seña de identidad, y su profusión a lo largo de tantos kilómetros puede dar una idea del significado económico de estas instalaciones estacionales, aunque en muchas ocasiones permanecen abiertos todo el año.

Como sucede con casi todo lo que nos muestra la televisión, asistimos a tomas parciales, a medias verdades, a situaciones que pueden ser forzadas o que simplemente esconden muchas más cosas que las que nos ponen en primer plano. En uno de estos derrumbes de chiringuitos, aparecieron los familiares, incluso hablaban de que el dueño, el que daba nombre al mismo no se había atrevido a venir a ver como destruían más de treinta años de su vida y frases de este calado, pero en ese mismo reportaje, o en otro de otra cadena, al final de los finales, nos señalaron que con la ayuda de la Junta de Andalucía, el ayuntamiento y con un crédito concedido por una caja de ahorros, habían podido solucionar su situación y nos mostraron, de lejos, eso sí, un espléndido bar-restaurante de nueva planta cinco metros más atrás de la línea de playa y un poco, es decir tres metros más a la derecha, mirando desde el mar. ¿Todo era un montaje?

En todos estos reportajes aparecían portavoces de asociaciones de empresarios de chiringuitos, curiosamente dos o tres diferentes, y el discurso era claro: mueven unos cuantos millones de euros al año, dan trabajo a unos miles de empleados, con lo que la supuesta polémica está planteada en términos demagógicos. La ley de costas se debe cumplir. Y a partir de ahí, veamos la necesidad. Es obvio que los chiringuitos son de uso popular, forman parte de la atracción de las propias playas, y que se deben ordenar. Escuché a una señora que de manera furibunda aseguró que «los que toman estas decisiones son unos señoritos con yate». Puede ser. Viva Georgie Dann.

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