Rodríguez Zapatero y sus colegas han negado la evidencia hasta que los ha enterrado, y ahora quieren presentar como regeneración su desesperado esfuerzo por salir de nuevo a la superficie. El Gobierno del PSOE podía haber reconocido la gravedad de la situación económica, pero prefirió no hacerlo. ¿Por qué? ¿Pensaron que de este modo la crisis pasaría de largo? ¿Se trataba sólo de ganar tiempo? Tenían a su favor un PP dividido, sin nervio, un PP que tras el fin del proceso y el alarde españolista del PSOE se estaba quedando sin espacio.

Hay torpezas que resucitan a los muertos, y el PSOE ha obrado el milagro de sacar al PP del agujero en el que se había metido. A fuerza de negar la crisis, llegar tarde y mal a cada nueva etapa y seguir vendiendo optimismo barato sin base alguna, ha ido tomando cuerpo la oposición del PP que, por otra parte, ha derrochado demagogia y oportunismo. A fin de cuentas, tan responsables son unos como otros de este desaguisado, pero el PP ha logrado endosar la factura al contrario vendiendo con éxito la idea de que con Aznar la economía iba bien y con Zapatero mal. Para rematar la faena, algún genio debió de pensar que un oportuno estallido controlado de la trama de corrupción poco antes de las elecciones del 1 de marzo sería la puntilla para el PP. No sé si le habrán dado un premio o una patada en el culo, pero quienes siguieron sus consejos se han lucido.

Hace falta ser muy torpe para gestionar tan mal unos datos tan demoledores. La puntilla supuso en realidad un nuevo golpe a la credibilidad de Garzón (si es que tal cosa existía todavía para alguien), mandar a casa al ministro Bermejo y un escándalo monumental que ha dañado seriamente la imagen de Zapatero y su partido. El PP logró la mayoría absoluta en Galiza gracias a ésta y otras dos mil torpezas cometidas por el PSOE a lo largo de los últimos cuatro años. Además, por efecto de la Ley de Partidos, el PP se convirtió en la única escalera por la que López podía trepar a Ajuria Enea. Gracias al pucherazo, los «populares» han podido ocultar el varapalo y presentarse como la clave del «cambio». De hecho, ya tienen la presidencia del Parlamento y han hecho que el PSOE haya aparcado por ahora los planes de colaboración con el PNV.

Dicen las malas lenguas que durante la noche del 1 de marzo el PSOE se movió contra reloj. El PP, por si acaso, se adelantó con el regalo envenenado de sus votos. Ante los datos de las elecciones gallegas no había marcha atrás. López tenía que sacar pecho y aparentar la mayor de las satisfacciones. No digo que no le guste la idea de ser lendacari, que creo que le gusta bastante, pero no eran éstas las condiciones que soñaban y, desde luego, no tenían valor para hacer otra cosa. Si algo tenían claro aquella noche es que si echaban balones fuera, el PP y el búnker mediático se los iban a comer con patatas.

Y así, de error de cálculo en error de cálculo, de crisis en crisis, saben que se juegan mucho en las próximas elecciones europeas. Pero es mucho más, lo quieran asumir o no, lo que se están jugando en Euskal Herria: en el PSOE ya tendrían que saber a estas alturas cómo y dónde se desencadenan todos los cambios de gobierno en el Estado.