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Elecciones en Sudáfrica

ANC, ante el reto de superar el apartheid

«¡Estoy emocionada! ¡He contado los días que faltaban para el día de hoy porque es la primera vez que voto!», exclamaba la joven Portia Kotso. En el `township' de Alexandra, espera que su preciada papeleta de voto sea una herramienta que aporte viviendas y empleos a los negros tras las elecciones de ayer en Sudáfrica.

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Alexandra LESIEUR, Marine VEITH, Charlotte PLANTIVE | Periodistas de France Presse

Necesitamos cambios. Es obligatorio», señala un padre de familia de 44 años, Thulane. Desde las primeras elecciones multirraciales en 1994, no ha dejado de votar por el Congreso Nacional Africano (ANC) y aseguraba que iba a volver a hacerlo en las elecciones legislativas y provinciales de ayer.

«En quince años, ha habido progresos», subraya frente a un paisaje repleto de chabolas de hojalata. Se han construido más de dos millones de casas para los más pobres y el agua corriente y la electricidad ha llegado a numerosos barrios.

Más de un millón de familias, sin embargo, siguen esperando una vivienda decente. En la primera economía del continente, el 43% de la población sigue viviendo con menos de dos dólares (1,54 euros) al día y la tasa de paro ronda el 40%. Muchos de los townships, las deprimidas áreas periurbanas en las que se hacinan los negros más pobres, siguen careciendo de escuelas, hospitales y transporte público.

La larga fila de espera para votar en el colegio electoral de Alex avanza lentamente. Algunos discuten, otros beben un té mientras se abrigan con una manta al pasar frente a un gran panel amarillo que reza «Alexandra, feudo del ANC».

Tras cuatro horas de espera, Benedict Shadung logra por fin entrar en la sala del colegio electoral, donde cuatro urnas de cartón han sido colocadas delante de los libros de los alumnos. «Estoy feliz», proclama mientras marca una casilla de las 26 que figuran en la papeleta. «Es importante votar», afirma este hombre de unos 40 años. «Algún día Alexandra será un barrio respetable gracias a las elecciones libres», añade.

«Bajo el apartheid, no se podía estar como estamos ahora en la calle, puesto que la Policía nos habría pegado. Hoy, tenemos váteres y ya no tenemos que utilizar los cubos, en Alexandra hay carreteras alquitranadas y ya no son de barro», resume la madre de Portia, Maggie Kotso.

«Hasta el momento todo lo que se ha hecho está bien, pero Roma no se hizo en un día, por lo que no tenemos que perder la esperanza», añade.

Para otros, el balance es muy diferente. «No ha habido ningún cambio en quince años». Moreen reclama un trabajo, una vivienda, mejor educación para sus hijos, hospitales decentes y menos criminalidad.

«No voy a votar al ANC porque sé que no me va a dar una casa. El Gobierno hace muchas promesas, pero luego no cumple ninguna», se enfurece esta madre 46 que reclama una casa desde hace trece años.

Su punto de vista es compartido por numerosos blancos. La llegada de la democracia en 1994 «no trajo los cambios que habían prometido», afirma en el colegio electoral de un barrio de alto copete una abuela de 85 años, con los labios elegantemente pintados y sus cabellos blancos primorosamente peinados.

Otros negros prefieren votar por un partido regional, como el Inkatha Freedom Party zulú. Pero hay algo seguro: «la mayoría de los negros no votará por los blancos», asegura la joven Theo.

«No hay que fiarse, podrían volver a imponernos su ley», señala atemorizada, orgullosa de poder votar al recordar que sus abuelos nunca pudieron hacerlo.

En la aldea natal de Jacob Zuma, el candidato del ANC, sin embargo, todos le apoyan incondicionalmente. «No le queremos, le adoramos», proclama Mbuelo Phakati. Como la mayoría de los habitantes de Nkandla, una aldea del sudeste de Sudáfrica, este joven espera mucho de la llegada al poder del hijo predilecto de su localidad.

Cientos de personas se agruparon desde el amanecer ante el colegio electoral de este archipiélago de aldeas desperdigadas entre pistas infames, en pleno corazón del país zulú, con la esperanza de ver desde lejos al más que probablemente futuro presidente del país.

La llegada del líder, nacido hace 67 años en Nkandla, es saludada por un clamor general. Cantos y danzas le acompañan cuando, sonriente, introduce su papeleta de voto en la urna.

Para Mbuelo Phakati, Jacob Zuma «ha nacido aquí y sabe qué es lo que hay que hacer en Nkandla», donde el líder del ANC posee un kraal, una granja tradicional, y ganado.

«Voy a votar al ANC, no a él», se apresura a precisar. «El ANC [la formación hegemónica en Sudáfrica desde la caída del apartheid en 1994] es el representante de nuestra lucha. Es la organización que quiero llevar al poder, no sólo a Zuma como persona».

De 28 años, Phakati sobrevive gracia a pequeños empleos mal pagados. También espera que la llegada al poder de Zuma suponga un impulso al desarrollo de su depauperado valle de Kwazulu-Natal.

Thembelinie Sinenkosi Khanyile también lamenta la lentitud de los progresos registrados desde la caída del apartheid.

«En mi región no ha habido desarrollo y lo necesitamos. Jacob Zuma lo sabe. Necesitamos un cambio. Desde 1994, no ha cambiado nada para nosotros. Sigo viviendo en una casa sin agua ni electricidad», explica.

«Voy a votar por él, nos conoce», sonríe esta joven de 18 años, esperando que su madre acabe de preparar su puesto de venta de frutas que está instalado en plena calle repleta de barro.

Junto a la carretera se alinean las rondavels, las casas tradicionales zulús, que apenas sirven para poder cobijarse en este inicio del invierno austral. Las vacas atraviesan la carretera principal, única vía asfaltada de la aldea.

Sebenzile Shange, una militante del ANC de 28 años, afirma que conoce personalmente a Zuma. «Es el hombre que nos hace falta. Le he votado», asegura a la salida del colegio electoral.

El policía Mande Danamama no es tan entusiasta. «Mucha gente está sin empleo. El sida es un gran problema. Quien no es profesor, enfermero o policía no tiene nada que hacer. Sólo pueden vender frutas y verduras al borde de la carretera».

En el barrio residencial de Houghton, en Johannesburgo, el aclamado por cientos de personas era el primer presidente negro del país, Nelson Mandela, que acudió por cuarta vez, a sus 90 años, a votar a este distrito. El anciano líder de la lucha contra el apartheid tenía que apoyarse en el brazo de un responsable provincial del ANC para llegar hasta la urna.

Los responsables de la organización de los comicios mostraron su satisfacción por la masiva afluencia de electores a las urnas y por la ausencia de incidentes. «La respuesta ha sido absolutamente formidable en el conjunto del país», comentó la presidenta de la Comisión Electoral, Brigalia Bam, que avanzó que el escrutinio sería «pacífico, tranquilo y armonioso».

tranquilidad

A diferencia de anteriores comicios, en las elecciones de ayer no se registraron enfrentamientos entre miembros del ANC e integrantes del partido zulú Inkatha Freedom Party en la provincia de Kwazulu-Natal.

23

millones de electores estaban convocados para renovar la Asamblea Nacional, que, después, elegirá al presidente de la República. También se votaron los parlamentos provinciales.

lesotho

El primer ministro de Lesotho, Pakalitha Mosisili, sobrevivió ayer a un intento de asesinato por parte de un grupo armado que atacó su residencia oficial con el fin de tomar el poder, según informó ayer el Gobierno de este país africano.

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