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Del Congo belga a Euskal Herria, el problema es que «está prohibido ser independiente»

Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres». Con estas palabras concluye Eduardo Galeano «Las venas abiertas de América Latina», libro que Hugo Chávez entregó a Barack Obama en la V Cumbre de las Américas la semana pasada.

Cuando fue escrito, «Las venas abiertas» se convirtió rápidamente en una especie de biblia atea para quienes entonces predicaban la justicia en un desierto en el que Cuba era el único oasis. Desde entonces se han multiplicado las rebeliones y los cambios, no siempre en el sentido pronosticado o deseado por Galeano. No obstante, también hubo grandes victorias, gestas que dejaron atrás tragedias e injusticias humanas que ahora todo el mundo reconoce, pero que en su momento sólo unos pocos combatieron. Ahora, cuarenta años más tarde, América Latina ve un nuevo resurgir de sus pueblos, liderados por personas que parecían condenadas a ver el mundo con la mirada de quien está obligado a no mirar de frente a su amo.

«Nkosi Sikelel' iAfrika», o los dioses en la Tierra

El himno sudafricano, «Nkosi Sikelel' iAfrika», reza porque Dios salve a África. Pero en un país donde conviven en clave de igualdad once idiomas y sus respectivos pueblos, los dioses son muchos y variados. Algunos de ellos llegaron a hacerse hombre o mujer, y son a África lo que los héroes de Galeano son a América. Jacob Zuma es ahijado de uno de ellos, Nelson Mandela, y como su heredero lo han reconocido sus compatriotas, que han acudido en masa a darle sus votos. Los sudafricanos confían en los humanos que hicieron una gesta digna de dioses.

En Occidente resaltan los pecados de Zuma, y políticos y analistas pretenden darle lecciones de democracia. Lecciones a un país en el que quien nació pobre y negro logró que ser negro dejase de ser un estigma -hasta el punto de poder llegar a ser presidente-. Lecciones a quien lo- gró que «pobre» no fuese el apellido de «negro». Lecciones a alguien que combatió contra uno de los regímenes más injustos de la historia, compartiendo lucha y cautiverio con un Mandela al que los propios occidentales pretenden reivindicar, aun a coste de tener para ello que vaciar su figura de su componente militante y humano, centrándose en una santidad que desfigura su hazaña.

Racismo homologado, dignidad hipócrita

Desgraciadamente, el racismo como doctrina política no murió con el apartheid sudafricano. Por ejemplo, Israel es un Estado racista que discrimina a sus ciudadanos árabes y que pretende exterminar a los palestinos.

La comunidad internacional no quiere oír esa realidad, lo diga Ahmadineyad o lo digan sus relatores de derechos humanos. El boicot a la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Racismo por parte de los aliados de Israel con EEUU a la cabeza, así como el desplante de los mandatarios europeos ante la denuncia del presidente iraní, son una muestra más de la hipocresía occidental, que mira al dedo mientras promueve un eclipse total sobre lo que ocurre en los territorios ocupados de Palestina.

Los costes de la victoria militar

Entretanto, mientras los diplomáticos de las principales potencias jugaban a mezclar la coherencia con el protocolo, un genocidio seguía su curso en Sri Lanka. El Gobierno de aquel país tiene decidido terminar militarmente con el movimiento secesionista tamil, pero de momento ha demostrado que la estrategia para lograr eso es terminar de paso con el pueblo tamil.

El presidente cingalés, Mahinda Rajapaksa, obtuvo el permiso tácito de la comunidad internacional para desarrollar la ofensiva que ya se ha cobrado la vida de al menos 6.500 tamiles, y no parece dispuesto a acatar contraórdenes a estas alturas. Sus aliados le dicen ahora que no existe tal opción, que no es posible una victoria militar sin generar un exterminio que más tarde le pasará factura. Pero, ¿por qué tendría que creerles cuando ellos mismos defienden lo mismo en sus respectivos conflictos?

«Prohibido ser independiente»

Así titula Galeano en su último libro, «Espejos», el parágrafo que dedica a Patricio Lumumba, ganador de las primeras elecciones libres del Congo y muerto a manos de militares belgas y de sus aliados congoleses. Acto seguido, bajo el título «La resurección de Lumumba», recuerda sus palabras: «Algún día la historia tendrá la palabra. No la historia enseñada por las Naciones Unidas, Washington, París o Bruselas. África escribirá su propia historia».

Los estados español y francés están sembrados de «robben islands», cárceles especiales para presos políticos a los que se intenta despojar de esa condición, pero a los que se trata como tal. Están repletos de diplomáticos implacables con los débiles y serviles con los poderosos. Aquí abundan los «rahinda rajapaksas» con cheque en blanco para ejercer la venganza.

Ahora bien, a todos ellos se enfrentan quienes saben en conciencia que no hay otra opción que trabajar por su destino. Trabajar, en definitiva, por ser independiente.

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