Se busca candidato europeo. Condiciones: haber traspasado de la barrera de los 81 años de edad y tener, más que opciones, la seguridad de resultar elegido por su circunscripción. El anuncio no aparece en ningún clasificado, pero no por falta de ganas. La cuestión es que si un rayo fulminante no lo evita, Jean-Marie Le Pen, que con toda probabilidad será reelegido eurodiputado tras las elecciones, tendrá, como electo de mayor edad, el presunto privilegio de presidir la sesión constitutiva del Parlamento Europeo.

Ya hay a quien se le ha erizado el pelo de las cervicales sólo de pensar que un tipo para el que las cámaras de gas son un pequeño detalle en la Historia va a sentarse en el sillón presidencial de la institución que presuntamente representa la democracia en Europa. Una indignidad, dicen, que un ultraderechista, xenófobo y antieuropeísta vaya a presidir, aunque sea durante unos minutos, a todos los ciudadanos de la comunidad europea.

Algunos diputados avanzaron una propuesta de modificación del reglamento de la cámara según la cual la sesión constitutiva la presidiría «el diputado de mayor edad» o, maravillas de la democracia, «quien designase la conferencia de presidentes». Pero la comisión de asuntos jurídicos ha rechazado la propuesta y los pelos han vuelto a erizarse.

O sea que se busca candidato que cumpla la condición octogenaria y la de popularidad. Y por supuesto, una tercera condición que a estas alturas no hace falta ni recordar: el candidato no puede ser de la «izquierda abertzale radical». Eso sería un insulto a esa democracia que priva a miles de electores de su opción política. Que viva Europa.