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OBITUARIO | Javier Ortiz

Una pluma rebelde con tinta inagotable

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Como cada día, «El dedo en la llaga» seguía ilustrado con su foto en el diario «Público». Nada hacía presagiar que pocas horas antes de que la edición de ayer del rotativo madrileño saliera de la imprenta el corazón del periodista donostiarra hubiera decidido pararse. Pero incluso en su muerte, el humor y la ironía se adelantó a los dardos rebeldes a los que tenía acostumbrados a los lectores de su columna. Y es que Javier Ortiz dejó escrito su propio obituario -www.javierortiz.net-.

Nacido en Donostia, a consecuencia de sus convicciones políticas, tal y como dejó escrito él mismo en tercera persona, «fue cambiando de punto de residencia, no siempre por voluntad propia [ahí merecen especial mención sus estancias carcelarias y su exilio, primero en Burdeos, luego en París}, pero jamás varió su inquebrantable afán de agitador político».

Pero su pasión convertido en oficio fue la de escribir, «erre que erre». Desde escritos políticos hasta libros «Incluso escribió para otros y otras, ejerciendo de negro en momentos de particular penuria. También lo hizo a veces por amistad». Y en distintos medios de comunicación madrileños, en los que ejerció como aguijón crítico, a veces en solitario. En «El Mundo» conoció de primera mano las investigaciones sobre los GAL, pero luego lo abandonó por «incompatibilidad ideológica».

En su columna, Ortiz fue de los pocos que desde Madrid denunció la práctica de la tortura, el abuso represivo o la estrategia de ilegalizaciones. Y siempre con humor. Ayer se despidió de los lectores dejando, dice el obituario, «otro puesto disponible».

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