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Crónica | San Prudencio, patrón de Araba

Rosquillas, talo y romería seducen a miles de personas bajo el sol en Armentia

Cuenta la leyenda que san prudencio predijo su muerte para el 28 de abril. Y cada 28 de abril las campas en torno a la basílica de Armentia se pueblan, como ayer, de miles de personas ansiosas de rosquillas, talos y mucha romería. Y el día fue soleado, ¿otro milagro del santo?

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Joseba VIVANCO

Cada año, el bosque de Armentia, el segundo pulmón de la ciudad gasteiztarra, recibe unas cien mil visitas que pasean por sus caminos y estos días lo hacen entre sus valiosos quejigos en flor. Ayer, en un solo día, miles y miles de personas de todas las edades cubrieron el frondoso paseo hasta el lugar donde San Prudencio, patrón de los alaveses, nació: Armentia.

Después de una noche de retreta pasada por agua, no había nadie que confiara en el benigno capote del santo que, reza su hagiografía, fue capaz de atravesar el río Duero sin mojarse. Pero así fue, y ayer tampoco nadie se mojó. La mañana sobre la capital alavesa despertó con más claros que oscuros y sol. Y es que por mucho que la tradición se empeñe, las estadísticas son más tercas: a pesar de su fama de santo meón, en los últimos treinta años, el 28 de abril sólo ha llovido en Gasteiz en diez ocasiones.

Así que desde primeras horas el peregrinar de gasteiztarras hacia el santo comenzó a ser incesante. Para cuando muchos subían, otros ya bajaban. Como Emilia y su hija Blanca, cargadas con las compras ya hechas a las diez de la mañana. «Hemos venido pronto por si luego llueve», reconocían. Aunque lo que más prisa les metía eran los invitados a comer. «Tenemos caracoles», como manda la tradición. Pan casero, morcillas y barquillos eran sus compras del día.

Al arribar al santo, agraciado con ramos de flores a sus pies y enfundado en una bufanda albiazul con el deseo alavesista de «hoy ganamos seguro», los representantes de la Diputación foral y Juntas Generales aguardaban la llegada del lehendakari Ibarretxe. Gente que esperaba curiosa el arranque de la procesión hasta la basílica románica y fosforitos carteles «molestando» a autoridades, con la huelga en la residencia Ariznabarra.

Con prisas y todos los políticos ya presentes, la solemne caminata comenzó enfilando hacia lo alto de la colina, entre las decenas y decenas de puestos de todo tipo prestos a asaltar a unos bolsillos en crisis. «Joder, a cinco euros... », era un comentario que se podía escuchar al caminar entre el gentío.

Desayunar por la patilla

Si la situación económica se ha notado o no, lo dirán los propios vendedores al hacer las cuentas. Lo que está claro es que como los gorriones, en una fiesta como ésta casi toda la gente pica. La mayoría, rascándose la cartera para almorzar o llevar algo a casa, sea una rosquilla o un pan casero; muchos, desayunando por la patilla gracias al picoteo por los puestos.

«Lo han mirado, lo han probado y no lo han comprado, pero no pasa nada, que más se perdió en la guerra y venían cantando el poron-pom-pom...», se conformaba uno de los que vendía cecina de El Bierzo, «de la que lo único que no se aprovecha es la cuerda». La había de cabra, de jabalí, de ternera, de ciervo, de buey, de toro y hasta de chivo.

El vaso de sidra natural estaba a un euro, aunque también a 0,80 céntimos. «Sidra natural. Rica y sana la manzana, buena para el corazón», se ganaba a los curiosos. «Y bien tirada ¿eh?». Las omnipresentes rosquillas blancas tenían precios que oscilaban entre 1,50 euros la docena de las pequeñas hasta los 4,50 si era una docena «especial», variando de unos puestos a otros.

Mientras fieles y autoridades asistían a la misa, los miles de visitantes iban y venían entre los variados mostradores, en mayor número que otros años. No era ni mediodía y la gente ya hacía hambre a pie de las barras de las muchas txosnas instaladas en el recinto.

Allí, un pincho de tortilla o txistorra más cerveza o txato de vino a 2,50 euros, o uno de los muchos talos, con hasta morcilla, por los que muchos se decantaban. Pero también se podía optar por un «bollo preñao» con chorizo a 1,50 o por el mismo precio un «bocata de antaño», o sea, de pan con chocolate. ¡Hasta se podían probar rodajas de espléndidos tomates cultivados en la Lezama vizcaina!

Pastel vasco con anís

Embutidos, quesos, pastelería de todo tipo y condición, sin olvidar los detalles que nunca faltan en romerías como ésta, como las rosquillas, las almendras garrapiñadas, las manzanas al caramelo y el algodón. Olores de la niñez, sabores de siempre como los del pastel vasco. El laudiorra Javi, del caserío Gaztaka, un clásico de las ferias y actual subcampeón de la especialidad, se ganaba como nadie al público. «Coged pastel, dejaros de ostias que luego se acaba», invitaba. Y si con eso no los conven- cía, insistía: «Lleva un poco de anís francés, para levantar... el ánimo, que uno no hace milagros», se endulzaba.

Es casi mediodía y hora anunciada del aurresku tras la misa, pero en el interior todavía acaban de terminar el ``Gure Aita''. A la entrada de la basílica, numerosa gente se arremolina para ver, poco después, y por segundo año, al diputado general, Xabier Agirre, marcarse los pasos del aurresku, haciendo gala de aquello de que quien tuvo, retuvo. «Éste va ser mi último acto oficial», confesó que le dijo al oído Juan José Ibarretxe al entregarle la txapela del dantzari.

La nota reivindicativa la pusieron miembros de la plataforma Mendi Aske!, contra la instalación de aerogeneradores en los montes alaveses, que mostraron carteles alusivos a su denuncia durante el aurresku. Agentes de la Ertzaintza, muy numerosos en la zona, identificaron de malos modos a quienes protestaban y les obligaron a retirar los pasquines.

A partir de ahí, y con el cielo sólo amenazando pero con el viento zarandeando los puestos, los miles de visitantes a Armentia se convirtieron en únicos protagonistas de la fiesta, ocupando ya el verde de las campas, todavía húmedo de la noche anterior. Se aproximaba la hora de comer y eran cientos y cientos quienes seguían ascendiendo hasta las campas como caracoles a la salida del sol. Por cierto, ¿que a cuánto estaban? Pues a cinco euros la ración.

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