Modesto García Marañón | Gasteiz
Como un chaval
Ojeando el otro día una revista de estas que llaman científicas, me llamó la atención que, con esto de la crisis, nadie haya reparado en las ventajas que ofrece una buena alimentación para vivir tanto cómo Matusalén y con las condiciones físicas de esa fogosa y añorada juventud, capaz de darle la vuelta a la tortilla y disfrutar comiéndosela en cuadrilla.
Me chocó, que toda esa panda de explotacuerpos y anulamentes, sanguijuelas y zánganos chupópteros de las mieles de nuestra colmena no hayan puesto en práctica una nueva ley alimentaria, no para satisfacer las muchas y acuciantes necesidades de los que sin arte ni parte estamos sufriendo por su criminal gestión hambre, guerras, enfermedades, terrorismo de estado, expolio de recursos naturales, contaminación, paro y hasta la condena eterna si para prevenir el sida jodes con condón. Todos estos y algunos más que se las dan de buenos Papás en la práctica son padrastros que, ante el mínimo peligro de perder su estatus y privilegios, nos venderían la nueva dieta para seguir trabajando hasta los ochenta como un chaval.
Y es que entre la baba de caracol, la píldora antioxidante de la uva, la jalea real, frutas y verduras silvestres, algo de caza y algún que otro y afrodisíaco fruto del mar se puede vivir una eternidad bien barato.
Quizás no sea una buena idea hacer pública esta sencilla receta ante esa cuadrilla de crápulas, capaces de hacerse con todos los excedente de uva de Errioxa y Nafarroa, llenar de colmenas nuestros montes y selvas, hacerse con todos los cotos y comunales de Euskal Herria, quedarse con los campos de fútbol, frontones y residencias de ancianos para viveros de caracol, explotar sus huevas o caviar, según cuentan un manjar a precio de oro, claro, y es que si no patentamos esta idea y la ponemos en práctica nosotros, los que celebramos el Primero de Mayo, nos pasará lo de siempre: mientras nosotros trabajamos las viñas, ellos se beberán los mejores caldos y se meterán la píldora antioxidante de la eterna juventud, nos picarán las abejas al recoger sus mieles y jaleas, se comerán los caracoles mientras nos ponemos de babas perdidos, nos llevarán de perro en sus cacerías, no habrá robasetas jubilados de setenta y, si en verano queremos pescar, será en sus barcos y por un triste jornal.
Así que, si a partir de mañana quieres darle caña a la patronal y vivir a gusto y como un chaval, ponla en práctica y a gozar cada vez un poco más.