Tras la investidura de Patxi López
El PNV no necesita tanto un «quién» como un «para qué»
El anuncio de Juan José Ibarretxe de que deja la política activa ha sacudido a sus simpatizantes y algunos medios han comenzado ya a buscar sustitutos. Pero de aquí al 2011 el PNV tiene la tarea de decidir cuál es su apuesta estratégica y cómo va a afrontarla desde la oposición. Tiene razón Iñigo Urkullu al decir que ahora no toca hablar de quién será el sustituto de Ibarretxe. Las decisiones que debe tomar el PNV son más profundas y sus consecuencias, quizá más graves.
Iñaki IRIONDO
La marcha de Juan José Ibarretxe no es una única decisión, son dos: deja el Parlamento, pero deja también la política activa. O al menos eso se entendió de sus palabras y así parece ser.
La decisión de dejar el Parlamento es fácil de entender. Para un presidente no es sencillo ejercer el papel de líder de la oposición y además resulta ingrato salvo que aspire a volver a optar a la presidencia. En determinadas materias las políticas del PSE y del PNV se diferencian en bien poco e Iba- rretxe podría verse en la incómoda posición de que cualquier crítica al nuevo gobierno se viera respondida con la evidencia de que el anterior -el suyo- había hecho lo mismo o algo muy similar. Además, su permanencia en la Cámara hipotecaba el futuro de su partido, obligado a volver a proponerlo como candidato dentro de cuatro años o a desautorizarlo antes.
Pero que su paso atrás en la esfera pública haya sido un agur que se adivina sin retorno posible ha dolido a algunos de sus más fieles seguidores. Sostienen que el abertzalismo y la pasión política no es algo de lo que uno pueda desprenderse con el cargo de lehendakari y le reprochan -aunque sea con cariño- que no haya dejado abierta la puerta para algún tipo de vinculación futura con el partido y la colaboración en el dibujo de sus lí- neas estratégicas.
En todo caso, Juan José Ibarretxe no ha dado aún mayores explicaciones sobre el alcance final de su decisión y sobre qué hará cuando termine el período sabático de descomprensión que iniciará próximamente.
La marcha de Ibarretxe ha abierto ya las especulaciones en algunos medios sobre quién puede ser su sucesor. Hace bien el presidente del EBB, Iñigo Urkullu, en intentar cortar ese debate. Lo que sucede es que en su empeño le ayuda poco el que difundiera públicamente las dificultades que tenía para seguir unido a Juan José Ibarretxe. «Actos de fe» dijo que solía tener que hacer. Por eso sus palabras pueden interpretarse como muestra de un cierto resquemor y hasta de hartazgo por el protagonismo adquirido la figura del ya ex lehendakari que no dudó en mantener varios pulsos con el EBB.
Pero ahora tiene razón Iñigo Urkullu al decir que el PNV no necesita buscar la figura de un jefe de la oposición. Si en su día se dejó eso sin resolver, no es éste el momento adecuado para removerlo.
Hoy el PNV no necesita resolver el dilema del «quién» sino uno más profundo, el del «para qué». Tiene que decidir qué quiere ser ahora que está fuera de la principal institución de su ámbito político (no olvidemos que el PNV está centrado en la CAV). Hacia dónde quiere ir y cómo. Cuál es su objetivo estratégico y que instrumentos tácticos va a utilizar para tratar de conseguirlo. El discurso de que es el partido ganador y todo eso tenía fecha de caducidad en el pleno de investidura. La apelación a la trampa de la Ley de Partidos, con ser cierta, no tiene credibilidad en boca del PNV. Mayor trampa que la hecha en Ondarroa es difícil de encontrar, y allí está la gestora jelkide.
Y la búsqueda y determinación de ese «para qué» debe afrontarla el PNV sin contar con el comodín de la bicefalia. Ya no hay un Ibarretxe que aglutine y emocione a los sectores más abertzales del electorado y un Urkullu que tranquilice a los más pragmáticos. Habrá que tomar decisiones sobre el camino a seguir y afrontar todas las consecuencias, tanto internas como externas. Y cuando todo eso se haya decidido, será el momento de buscar la persona a la que se intentará convertir en lehendakari dentro de cuatro años.
La fecha clave es 2011. Es el año en el que el PNV deberá afrontar unas elecciones municipales y forales que le resultarán decisivas en su actual situación, ya que los jeltzales son un partido de poder. Y 2011 es, sobre todo, el año en el que debe renovar el EBB y la ponencia política. Para entonces las cosas deberán estar claras o volverán a abrirse heridas entre sectores.
Ponerse ahora hablar de sustitutos de Ibarretxe no tiene sentido, como bien dice Iñigo Urkullu. Las decisiones a tomar son más profundas y quizá más graves.