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Fede de los Ríos

¿Policía para qué?

Y a fe mía que dicen verdad sobre los años de clandestinidad, tan clandestinos sus militantes y los del entonces PSE -luego la baserritarra E final tornóse cosmopolita N-, su partido hermano, que en Nafarroa nadie los conoció mientras duró el dictador

Todas las fuerzas de la reacción bramaron al unísono contra la huelga. En el centro la patronal y entorno a ese eje los diferentes satélites: UPN-PSN, burócratas sindicales, prensa, radio y televisión. Se echó en falta a los obispos.

«Es una huelga política» repetían a coro. Lo mismo decían en los setenta los procuradores de las Cortes, los telediarios de la época y los delegados del Sindicato vertical. Cambiados algunos actores, la representación se repite.

Uno de los monaguillos de la patronal navarra, medallista del Gobierno de UPN, el secretario de UGT Juan Felipe Goyen, hombre de mundo a la par que ocurrente, declaró: «Una huelga general es algo muy serio, no es un jueguecito de caserío. Esta huelga es propia de mentes que no ven mucho más allá del vuelo de su boina. Ante la crisis mundial no hay huelga general que valga, y menos una local».

Por la pretendida ironía en sus declaraciones su apuesta sindical va más por el humor fácil y ramplón, que por lo serio. Por la concertación social y el buen rollito frente a la triste y obsoleta lucha de clases. Como buen cosmopolita, imagino gustará de repetir aquello tan socorrido de que el nacionalismo se cura viajando. Quizás haya algo de cierto en el aforismo barojiano. De lo que no cabe duda alguna es que la indignidad, el servilismo y la estupidez afincadas en alguien durante más de medio siglo resultan casi imposibles de erradicar, pues forman ya parte de su ser y conforman su carácter.

Los poderosos lo premian con medallitas, dejándole sentar ocasionalmente en su mesa durante los fastos oficiales y con algún puestecito cuando venga el retiro. Triste vida y triste jubilación sí, pero... con treinta monedas y sin sobresaltos. Además sale en la tele y en la prensa para declarar que lo suyo es «un sindicalismo constructivo comprometido en la negociación de las situaciones de dificultad» que «presentando propuestas de solución a problemas, provoca un cambio en el panorama sindical navarro, que arrincona el radicalismo estéril que se venía practicando desde los últimos años de la dictadura». Imagino que esto último fue la razón por la que Juan Felipe se abstuvo de participar sindicalmente en aquellos años. Aquellos obreros tan radicales y tan poco constructivos, aquellas huelgas tan políticas. Asimismo, nos relata los años de clandestinidad de UGT; imagino que de oídas, al afiliarse al sindicato en los noventa. Y a fe mía que dice verdad, tan clandestinos sus militantes y los del entonces PSE -luego la baserritarra E final tornóse cosmopolita N en los ochenta-, su partido hermano, que en Nafarroa nadie los conoció mientras duró el dictador.

Después sí, después brotaron como hongos y, en UGT, encontraron una escuela de cuadros donde se formaron muchas promesas navarras. Por allí pasaron, entre otros, su ex-secretario general Miguel Ángel Ancizar, sabio experto en casi todo y actual presidente de una promotora inmobiliaria de la cual, precisamente, nuestro Juan Felipe es el vicepresidente. En UGT estuvieron los dos más grandes personajes de la política cosmopolita: Miguel Sanz y Yolanda Barcina.

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