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LA JORNADA Marcos Roitman Rosenmann 2009/5/21

Mario Benedetti: un luchador contra la hipocresía

(...) Benedetti amaba escribir para contar historias. Sus relatos captan el significado profundo del amor, el desengaño, la lucha política, la memoria. (...)

No le valieron prendas para condenar la mentira, viniese de donde viniese y la dijera quien la dijese. Lo dicho quedó reflejado en el debate con Mario Vargas Llosa en 1984. Éste lo insulta, tildándolo de corrupto por defender las revoluciones sandinista y cubana, amén de considerarlo un robot alegre por apoyar el socialismo. (...) Los encabezados de su respuesta denotan su malestar: Ni corruptos ni contentos y Ni cínicos ni oportunistas.

En ellos subraya: Me parece absolutamente legítimo que un escritor como Vargas Llosa se sienta tan presionado por la realidad como para pronunciarse sobre ella. (...) A un intelectual del alto rango artístico de Vargas Llosa debe exigírsele una mínima seriedad en los planteos, particularmente cuando éstos ponen en entredicho la probidad de sus colegas. Hablar de corruptos y contentos en una región del mundo en la que hay tantos intelectuales perseguidos, prohibidos, exiliados... en ese marco de discriminación y de riesgo, de amenazas y de crimen es, por lo menos, una actitud insoportablemente frívola. (...)

La discusión se zanjó con la salida de Mario Benedetti de las páginas de opinión de El País. El Grupo Prisa y Juan Luis Cebrián, a la sazón director del matutino, decantaron la línea editorial hacia el peruano.

Mario Benedetti hace fácil lo difícil. Capta los valores y las vilezas de los mortales. Muestra, como en el ejemplo anterior, la cara de la traición, de la ignominia. Describió la muerte diseccionando las dictaduras y sus dictadores. No le hicieron falta títulos universitarios. Tampoco se inventó, como José Joaquín Brunner, ex ministro de Educación chileno, un falso titulo de sociólogo y posgrado en Oxford. Era un artesano de la palabra, un poeta. Siempre tuvo una sonrisa y no faltó a sus compromisos; se exigía con quienes sentía eran sus compañeros de viaje.

Mario Benedetti ha sido un hombre comprometido con su tiempo, y por ello fue perseguido. Su palabra resulta incomoda. Él supo el significado de un doble exilio. Enfrentó decretos de busca y captura. Desde la firma por el gobierno de Bordaberry el 27 de junio de 1973 llamando a los militares al poder, con un joven Julio María Sanguinetti en funciones de ministro, se abocó a denunciar las tiranías, sin dejar de escribirle al amor. Exiliado en Madrid, recibió el cariño de unos, los más, y el odio de la elite política. No le perdonaron vivir el Sur en el Norte, decir que también existía, reclamar derechos de autodeterminación y soberanía para los países que sufren la penetración imperialista. Hoy los hipócritas lloran su muerte. Por suerte, Benedetti fue claro: en el tiempo de la globalización, lo que se globaliza es la hipocresía.

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