Raimundo Fitero
Todas las verdades
Cuántas verdades absolutas hay? ¿Puede un ser humano asumir una única verdad totalizadora, aunque sea relativa? Si alguna vez les ocurre que un domingo por la mañana comete el error de encender el electrodoméstico esencial y sin niños en la casa para que los entretenga, se pasa por La 2, comprenderá que este hombre de tan poca fe que les reza, se convierta en un escéptico recalcitrante al ver cómo las televisiones públicas se dedican a dar cobertura a los creencias privadas, las reveladas por los profetas, las que se venden como el eje central de un pensamiento que a la luz de la razón es justamente lo contrario, es el no pensamiento, es la superchería entronizada, colocada en grandes monumentos y servida en bandejas de retórica populista totalmente dañina para la evolución.
El cinismo se disfraza de libertad religiosa. Se colocan tras un magnífico concierto de música clásica que ya se sabe está dirigido a esa minoría de la ciudadanía que es capaz de poner el despertador para asistir a una retransmisión grabada de un concierto normalmente de gran interés. Acabado el mismo empiezan a desfilar religiones, sectas, vendedores y vendedoras de la felicidad, del camino, de las verdades que son como un viejo paracetamol que sirve para aliviar fiebres, neuralgias y contracturas. Palabras, el verbo famoso, todas ellas dichas con un aplomo y un convencimiento realmente asombroso y con la inspiración de esos dioses únicos, fecundos, que perdonan y castigan y transmitidos sus mensajes a través de unos seres humanos inmaculados.
Ese es el mensaje central. Todo cuantos venden salvaciones van bien vestidos, prudentemente modernos, acicalados pero sin ofender, tienen una facilidad de palabra trabajada, nos mandan unas consignas perfectamente estructuradas, narran historias que contienen parábolas universalizadoras y aparece siempre al final de todos los túneles su voz para señalarnos la luz. Es la sección de teletienda más intangible, con más descuentos y que más perpetúa el sistema operativo actual a base de repetir lo mismo desde hace veinte siglos. Esta es mi verdad absoluta. Pero como dice Woody Allen, si no te gusta, la puedo cambiar por otra.