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Análisis | Umore azoka de Leioa

Cabos sueltos del día después

El domingo día 24, a las dos y media de la tarde, al salir de una reunión en Kultur Leioa, con una tenue lluvia emborronando el cielo, lo que hacía veinticuatro horas era bullicio y aglomeración era ya desolación. Silencio. Habían pasado los cómicos y solamente quedaban ecos de sus piruetas, de sus ensoñaciones. Quizás en alguna gota de lluvia se vislumbrara una sonrisa.

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Carlos GIL Crítico teatral

La organización asegura que este año ha habido más número de espectadores en la Umore Azoka, pero la sensación es que esos públicos se han colocado de una manera más ordenada para no estorbarse unos a otros. La distribución espontánea de los espectadores va marcando el mapa del interés popular por lo ofrecido. A una feria acuden muchas esperanzas, realidades contrastadas y nuevas compañías. La crisis ha empezado a actuar, al menos afectando a las estrategias de producción, comprobándose que se han visto muchos trabajos unipersonales, de dúo o de trío, lo que significa que se colocan en un segmento económico muy asequible para las posibilidades de medianos y pequeños ayuntamientos. Sería pretencioso analizar globalmente la situación actual del teatro vasco en la calle, pero sí podemos decir que las compañías que han estrenado en Leioa se han colocado en su estilo, pero reduciendo riesgos, y en algunos casos se confía plenamente en que el desarrollo posterior de sus espectáculos será de creciente interés debido a su experiencia. En otros casos, aplicaremos el beneficio de la duda.

Señalar simplemente que los ganadores del premio al mejor espectáculo vasco, La Pez, son reincidentes en este galardón y, en esta ocasión, su «El Show de la Patera Rosa» es tan imperfecto como cargado de verdad escénica. Plantea a las claras un lenguaje inmediato. Funciona en unos códigos de comunicación directa que logran atrapar a los espectadores y que probablemente no sea una estructura de compañía al uso, ni una propuesta imitable y hasta probablemente con un futuro más que cuestionable debido a los problemas infraestructurales y de personal que plantea, pero fue, a juicio del jurado, una bocanada de aire fresco, una salida al adocenamiento y a la fórmula tan reiterada.

La Industrial Teatrera y su «Rojo» es un trabajo mucho más sólido, muy elaborado, cuidado en sus mínimos detalles hasta la obsesión, pero transmite ese halo de necesario, de poética de la pesadilla, cargada de ternura y detalles exquisitos que le ha hecho mantenerse desde su estreno, ya comentado en estas páginas, en las programaciones más importantes y ahora con proyección latinoamericana.

La mención a «Maletas de ida y vuelta» es justamente el reconocimiento a una aventura en donde prevalece la vocación, las ganas, el pálpito creativo que el cálculo económico ya que propone un bello trabajo realizado por veintitrés artistas, pero inviable en el mercado actual, algo que está fuera de los parámetros económicos actuales, pero que deja constancia de la existencia de otras maneras de afrontar el teatro, la creación, con una estética cuidada, con un uso de los textos de Benedetti realmente apropiado.

No puede nadie ver en su totalidad todos los espectáculos, por lo que se debe hacer una selección y acceder de manera casi furtiva y rasante sobre algunas propuestas, entre las que dejamos siempre las animaciones, los talleres, toda una serie de ofertas destinadas al entretenimiento, que se deben exhibir para que los programadores los puedan conocer y contratar para sus ciudades.

También hemos pasado muy por encima por las propuestas en las que se plantea una atracción de un cuarto de hora que se repite a lo largo de estos días. Hay veces que se descubren artistas y números muy interesantes, pero no ha sido el caso de este año, aunque no han faltado las bellas extravagancias como la de «1 watt», que no se corresponde con la falta de fuerza e intención de la belga Marie Anne Dirckx, o los japoneses de «Sivoplait», muy sosos ellos. Junto a estos, los siempre efectivos de «Los 2 play», los australianos de Dislocate, muy gimnásticos, pero con algunos detalles, planteando el circo de base de toda la vida. Como cargados de detalles son los trabajos de «El retrete de Dorian Gray» y sus fantástico espectáculo de globoflexia, o los canadienses de la Cía Corpus y su especial propuesta limitada a muy poco público bajo carpa con Peep show incluido. De Baleares el Circ Bover plantea una revisión histórica del género, y por las esquinas vimos pasar a otros entes escénicos aragoneses, motorizados, animando a los jóvenes en un pasacalles colorista. Esto fue todo hasta donde pudimos abarcar. Porque además se celebraron las jornadas profesionales de Artekale, importante para ir renovando ideas sobre el asunto.

 

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