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Jon Odriozola Periodista

La fantástica democracia española

La democracia en versión subtitulada española ofrece impagables muestras de fantasía y prodigios paranormales. Sucesos inexplicables que harían las delicias de, por qué no decirlo, charlatanes tipo Iker Jiménez

Decimos «fantástica» en el sentido de acontecimiento extraordinario, es decir, fuera de lo ordinario, lo «normal». Sucesos maravillosos, insólitos, que rozan, cuando no se postulan, lo irracional y lo sobrenatural, lo feérico, en definitiva, que desafía la ciencia y las leyes físicas. El dramaturgo Alfonso Sastre escribía en su «Anatomía del realismo» (1965) un manifiesto titulado «Arte como construcción» donde puede leerse: «Lo social es una categoría superior a lo artístico». Y en otra nota: «Precisamente, la principal misión, en el mundo injusto en que vivimos, consiste en transformarlo». Palabras revolucionarias aparecidas ¡en pleno franquismo! Hoy, en un estado de Derecho, que se dice, Sastre es un «contaminado» por encabezar una lista para las elecciones europeas, Iniciativa Internacionalista, que fue anulada por el Supremo. Pues bien, ¿no es éste un hecho fantástico? Como diría un castizo (Shakespeare...): ¡Cágate lorito!

Refiriéndose a América Latina como el reino de lo que Alejo Carpentier bautizó como «lo real maravilloso» (y su pariente «el realismo mágico»), explicaba el enorme escritor: «En América, el surrealismo resulta cotidiano, corriente y habitual. Esta seguridad me llevó a concluir que era mucho más interesante narrar las ceremonias, tradiciones y leyendas de ciertos cabildos negros de Cuba que buscar, como lo quería Lautreàmont, la belleza del encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre un quirófano».

Lo fantástico -un cuento, verbigracia- reivindica lo irracional y lo inexplicable. Si el fenómeno sobrenatural se explica racionalmente al final del relato (como hacía el detective A. Dupin, de Poe), entonces estamos en el género de «lo insólito». El propio Sastre, tan aficionado y cultivador de estas temáticas, denominaría «lo siniestro» (unheimlich) a situaciones en que se funden lo extraño y lo familiar pero sin concurso extrafísico. Quién le iba a decir que él mismo se vería en una situación siniestra: familiar (porque no le pilla de nuevas a un intelectual de la sospecha) y extraña (porque, acaso, no se lo esperaba a estas alturas). Como dice Santi Alba Rico, su existencia misma es delictiva.

La democracia en versión subtitulada española ofrece impagables muestras de fantasía y prodigios paranormales. Sucesos inexplicables que harían las delicias de, por qué no decirlo, charlatanes tipo Iker Jiménez. Existe -y presumen- una Constitución que proclama la libertad de partidos pero también una Ley de Partidos que anula la ley de rango superior, siendo, por tanto, la inferior la fáctica. Se cierran periódicos para evitar que algún iluso piense que no se iban a, gangsterilmente, atrever. Se denuncian torturas pero va en el guión que lo hagan. Se instruyen sumarios que incluyen a personas que es ahora que se enteran que siempre pertenecieron a ETA y ellos con esos pelos. Se pita masivamente el himno español en la final de Copa, pero son «cuatro energúmenos».

En la prodigiosa democracia española lo inesperado acaba por ocurrir, ¿no es fantástico? ¿Será que esta democracia es un cuento maravilloso de los que hablaba León Felipe?

Nota: Este artículo se escribió antes de conocerse el fallo del TC favorable a II-SP.

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