PIRINEISMO | Centenario
Henry Russell, figura original y emblemática del pirineísmo
Se cumplen 100 años desde que nos dejó unas de la figuras más representativas del Pirineo: Henry Russell. Recordamos su concepción romántica y solitaria de la práctica montañera.
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
Principios de julio del año pasado. De camino hacia las paredes de la cara norte del Vignemale, más de un montañero-escalador se topó con una situación simpática: personajes con vestimenta de otra época, elegantemente ataviados, curiosamente equipados... filmaldos por una cámara. ¿Quiénes serán? ¿Qué estarán grabando?
Se trataba del intrépido equipo formado por Brulle y Passat con intención de atacar el couloir de Gaube. Historia viva recogida en imágenes. Todo ello no era más que un episodio del excepcional trabajo que un grupo de amateurs dirigidos por René Dreuil está realizando sobre la vida de uno de los grandes pirineístas del siglo XIX: Henry Russel. Un film, «L´épopée Russell», que dentro de poco (ya está montado al 90%) podrá ser visionado por los amantes del Pirineo.
Arduo y duro trabajo que ya ha recibido las felicitaciones de otros grandes del pirineísmo como Rossier, Ribas, los hermanos Ravier o J. L. Lechéne. Un largometraje sobre la conquista del Vignemale que nos lleva por los caminos que pisaron el propio Russel, sus guías (Haurine, Brioul, Passet, Bernat-Salles...) o sus amigos (Brulle, de Monts, Bazillac...).
Y es que esta producción cinematográfica llega justo en el centenario de la muerte de este gran explorador y amante del Pirineo. Una cita, una conmemoración, a la que también nos hemos querido unir desde estas páginas. Sobre Russell se ha escrito mucho y son muchos, depende de las generaciones, los que conocen muy bien la trayectoria de este peculiar conde y su aportación al pirineísmo. Siguiendo al hilo de la noticia de estas primeras líneas, la del film sobre Russel, hemos querido que sea el propio director de la película quien nos adentre en el mundo de este histórico personaje; y es que Dreuil se ha tenido que empapar y mucho en el mundo del protagonista de estas líneas. Para empezar, el realizador de «L´épopée Russel» quiere recordar la figura de este pionero pirineísta: «Fue un gran viajero; hasta el propio Julio Verne se fijó en sus viajes. Su pasión por los Pirineos fue realmente impresionante; fue uno de los grandes exploradores de la cordillera. En mi opinión, Russell es la figura más original y la más emblemática de eso a lo que llamamos pirineísmo. Eso sí, lo tenemos que situar a finales del siglo XIX. La estatua que hay a la entrada de Gavarnie lo dice todo. ¿Un aristócrata excéntrico de otra época? Lo que está claro es que amaba el Pirineo y tuvo, asimismo, una devoción por el Vignemale».
Son muchas las publicaciones las que afirman que Russel es el padre del pirineísmo, y el propio Drueil, quien también ha tenido que meterse de lleno en los textos escritos sobre esta figura, hace referencia a dos que para él son imprescindibles para entender y conocer a nuestro personaje: «Hay muchos libros sobre Russell, y para mí una obra de referencia es «Souvenirs d´un montagnard». Tampoco me quiero olvidar de una obra muy completa escrita por Monique Dollin de Fresnel, «Henry Russell, une vie pour les Pyrénées», quien aporta muchos detalles ingorados sobre su familia, su juventud, su vida sentimental, sus viajes alrededor del mundo, sus numerosas expediciones en los Pirineos, todas sus `primeras', su amor por el Vignemale...».
Historia viva
El gran pirineísta del siglo XIX dedicó gran parte de su vida al conocimiento inagotable de las altas montañas que se extienden a ambos lados de la cordillera, pero, eso sí, siempre impregnado del espíritu romántico de su tiempo.
Vivimos otras épocas, ya no tan contemplativas, sino mucho más deportivas, y es ahí donde el director de la película sobre Russell quiere incidir: «Cada año, miles de montañeros pasean por los senderos de los Pirineos, salen al asalto de las cimas y de las paredes sin plantearse la cuestión de la importancia histórica y de la aportación de este pionero. El asalto a las cimas es hoy en día una cosa admitida, el ocio es popular, la pasión casi banal... Hace un siglo, este ejercicico era casi excepcional. Hace dos siglos, los pioneros se contaban con los dedos de la mano. Somos totalmente ingorantes sobre las historias de poetas iluminados o de pastores solitarios. La historia no conserva en sus anales las andanzas, por ejemplo, de un rey de Aragón en el Canigou en 1285. Es a partir de 1789 cuando algunos oficiales tienen la misión de medir las cimas. Los científicos de la época escribían sobre sus exploraciones».
Dreuil sigue tirando de historia, de esa memoria, para contextualizar la impronta de este personaje singular, y de titánico y descomunal esfuerzo montañero: «En 1789, Ramond de Carbonnières publica «Observations faites dans les Pyrénées», y en 1802 escala el Monte Perdido. Así se firma el acta del nacimiento de lo que Beraldi, 100 años más tarde, definiera como pirineísmo. En 1822 ya se aproximan a la cima del Vignemale, en 1825 Peytier y Hossard escalan heróicamente el Balaitous. El termalismo atrae mucha gente al Pirineo. Aristócratas, burgueses y nuevos románticos se quedan prendados con la pureza del paisaje, y comienzan a practicar un turismo cada vez más deportivo. En 1838, se vive una competición muy curiosa entre Ann Lister y el príncipe de la Moscova por la conquista del Vignemale. Aneto, el monte más alto de la cordillera, se vence en 1842 por Franqueville y Tichatcheff. Es en esta época cuando un joven Henry Russell descubre el Pirineo, aunque todavía sigue con sus viajes por el mundo. Y en 1868 se queda en Pau y comienza a explorar».
«Su» Vignemale
En este viaje por la vida de Russell, Dreuil nos lleva a la primera ascensión del Vignemale: «Lo escaló en 1868, inaugurando una vía mucho más «normal» que la del 38. Y en 30 años van cayendo cimas del norte y del sur de la cordillera. También descubre un número incalculable de itinerarios. Sube cientos de cimas y realiza más de 30 primeras. Russell no buscaba la hazaña; es un contemplativo. Vive con la montaña, la comprende sin admiración, la describe y la comparte. Le fascina el Vignemale. En 1869 hace la primera invernal y en agosto de 1880 duerme en su cima. Es un acto simbólico; luego llegaron las grutas que le sirvieron de abrigo. 3 grutas excavadas en lo alto del glaciar, otras 3 más abajo y una última en la cima. En más de 20 años, Russell fue fiel al Vignemale. Pasa días en las grutas. Recibe a sus amigos y a todos que han escrito las páginas gloriosas del pirineísmo. El `Patriarca del Vignemale'; su historia es única y fabulosa».
No cabe duda de que Russell pasó de la poligamia con casi todas las cimas de la cordillera a la monogamia del Vignemale. Y justo allí, el 7 de agosto de 1889, los amigos de Russell escalan el couloir de Gaube. Esta actividad abría en su época las puertas del pirineísmo de dificultad.
Como afirma Dreuil, a partir de esa escalada, las hazañas deportivas se suceden: «El espíritu del visionario Russell ya tiene sus días contados. Estamos en otra época».