Debo de estar ya mayor porque me he alegrado de la vuelta de Luis Mendizabal a ETB. Seguramente, el grueso de la audiencia no le recuerde con total claridad. Hace muchos años que no aparecía en la pantalla. Y qué decir de los más jóvenes. Ellos no saben quién es Mendizabal. Y si lo buscan en Google, les aparecerá como primera entrada la del hombre que distribuyó recientemente el vídeo del caso Rosenberg. Rodrigo Rosenberg, abogado guatemalteco, apareció recientemente en un teleberri diciendo «si ustedes están viendo este vídeo, es que ya habré muerto». Tenía razón.

Ya estaba muerto cuando pudimos escucharle y acusar al propio presidente de Guatemala, Álvaro Colom, y a su esposa, Sandra Torres, de haberle asesinado. Pues bien, fue su amigo Luis Mendizabal quien se encargó de repartir el vídeo entre la prensa para denunciar a Colom a través del mundo. Su homónimo (estrictamente ortográfico, el guatemalteco es asesor militar), periodista y guipuzcoano, ha estrenado en su vuelta al ruedo televisivo un programa de nombre «Kalifornia» en el que pretende también, de alguna manera, adelantarse a los acontecimientos e interpretar el futuro junto a una diversidad de invitados que aportan su reconocida experiencia en otros tantos ámbitos. La última, semi-homónima en este caso, Inés Osinaga, resultó ser una provocadora bocanada de aire joven muy poco visible en este tipo de formatos. Mendizabal reivindica en su programa una atmósfera sosegada en un espacio informal. Y sí lo es. A Inés le preguntó qué le apetecía tener en la mesa durante su visita para facilitar el ecosistema de la entrevista. La respuesta: un vaso de vino (¡otro vinónimo Inés!).

Sinceramente, daba gusto ver dos vasos sidreros bajos con algunos decilitros de Rioja sobre la mesa en la que dos personas hablaban distendidamente (muy distendidamente, a decir verdad) de cosas que nos afectan a todos. Como en las mejores mesas conversacionales. Con razón se llama «Kalifornia». Hay que ir muy lejos para ver algo así en nuestra televisión.