En «El Intermedio» dedican exactamente diecisiete segundos diarios a informar de las actuales elecciones al parlamento europeo. Colocan la cabecera, y el cierre, entre ambos nada. Y Wyoming dijo el otro día que le parecía muy larga la cabecera, cosa que tiene razón. En cambio en las demás cadenas dedican entre esas dos cortinillas de apertura y cierre muchos más minutos, lo que sucede es que el contenido es exactamente igual que el programa crítico de la Sexta: nada.

Esa nada ¿es real, virtual, estratégica o estructural? Está confirmado: a los ciudadanos europeos no les interesa en demasía las instituciones europeas, pero ¿ese escepticismo es una decisión propia o inducida? Los partidos mayoritarios parecen dedicados de manera grosera a desmovilizar a la ciudadanía. En esta ocasión la indecencia europea es inconmensurable. Los líderes de los dos partidos de la derecha española, el PSOE y el PP, andan echándose a la cabeza aviones, helicópteros, trajes, abortos y abusos sexuales. En ningún caso, ni por asomo, plantean en algún lugar ideas, argumentos, intuiciones básicas sobre lo que significa hoy Europa y lo que afecta su Gobierno (por cierto no elegido democráticamente), a nuestra cotidianeidad. Sabemos, eso sí, que toman medidas muy neoliberales, que tiene unos sueldos astronómicos, que hacen unas especies de leyes para ordenar sus negocios y sabemos que tenemos una moneda única y un territorio policial único. ¿Y qué más?

Deberían explicarnos didácticamente a la ciudadanía a la que se nos reclama el voto los ámbitos reales de decisión europea. Nos cuesta entender que elijamos parlamentarios que simplemente dan el visto bueno al Gobierno, el cual se elige desde las alturas, es decir desde los estados miembros con todas sus componendas circunstanciales. A los escépticos de los escépticos, de repente, se nos abre una ventana, tenemos una esperanza para ir a votar, simplemente para dejar señales de la existencia de otros mundos, otras políticas, otras posibilidades que no dejaremos escapar. Esto también está confirmado, como la beligerancia constante de medios y poderes variados para hacer invisible o criminalizar a II.