Josebe Egia
Queremos sus nombres
Los de la jerarquía los conocemos -Ratzinger, Rouco, Cañizares, Álvarez...- nos faltan los de los cientos de curas y monjas a quienes la jerarquía católica, conociendo de sobra que son agresores sexuales, han encubierto, defendido, protegido... y, lo que es más grave, lo sigue haciendo.
Después de los casos de pedofilia conocidos dentro de la Iglesia católica en EEUU y Australia, ahora Irlanda. El informe, elaborado por la Comisión Investigadora de los Abusos de Niños, documenta un vergonzoso catálogo de crueldad; de abandono, de abuso físico, sexual y emocional perpetrado contra los 35.000 niños y niñas que entre los años 50 y 80 acogieron en sus instituciones. Éste concluye que la cúpula de la Iglesia católica irlandesa conocía el abuso al que las y los menores eran sometidos, así como que funcionarios eclesiásticos protegieron de forma sistemática a los pedófilos para que no fueran detenidos.
El cardenal Cañizares ha pedido perdón por los abusos cometidos en colegios y orfanatos de la Iglesia católica de Irlanda, pero ésta se ha preocupado de que no salgan los nombres de los curas y monjas que los cometieron. No basta que pidan perdón, es necesario que se publique una lista de los culpables de esta ignominia y después juzgarlos, eso sería restablecer en parte la dignidad de las víctimas, aunque no sirva del todo para paliar las consecuencias de lo que han sufrido.
Pero la jerarquía católica no va por ahí. El propio Cañizares -¿una forma de justificación?- ha declarado que el aborto es peor que estos abusos sexuales y que «no es comparable lo que haya podido pasar en algunos colegios con los millones de vidas destruidas por el aborto». Tacharle de inmoral es poco. El aborto es el derecho a decidir, pero ¿tenían algún derecho de elección las y los menores agredidos sexualmente hasta la violación en los colegios católicos?
Álvarez, obispo de Tenerife, ha terminado de bordar la justificación al afirmar que «algunos menores incitan al abuso sexual». Lo grave es que los culpables nunca acaban en la cárcel, ni tampoco se les aplica la orden de expulsión del clero prevista por el Código Canónico para los abusadores. Una vara de medir muy diferente de la que suele usar la jerarquía católica cuando excomulga a las madres y médicos de niñas obligadas a abortar. Ése es el mensaje de Cañizares: el derecho a la vida de fetos y embriones es más importante que las vidas arrasadas de las y los niños violados en nuestros colegios.
Y, por si no eran suficientes estas barbaridades, la revista del cardenal arzobispo Rouco, ha añadido que «cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal... ¿No debería equipararse a otras formas de agresión, como si, por ejemplo, obligáramos a alguien a divertirse durante algunos minutos?». Habría que empalarlos para que prueben su medicina, pero como esto no es posible, al menos, tengamos cuidado al rellenar las casillas de la declaración del IRPF.