ANÁLISIS | Osasuna sumará otra década en primera división
Dos avisos para recobrar el ADN
Hoy todavía será día de celebraciones en Iruñea, pero mañana toca reflexión, la misma que quedó pendiente hace un año, cuando Osasuna salvó el pellejo con otro final agónico en Santander. La campaña ha demostrado que el ADN rojillo sólo pervive en la afición, pero no en la plantilla y mucho menos en el banquillo.Existe unanimidad en que sólo la afición ha estado a la altura en esta liga. Pero ese trampolín se convierte a la vez en trampa por su actitud acrítica ante un club que se despersonaliza a pasos agigantados.
Ramón SOLA
Hay coincidencia general en que sólo un estamento del club ha estado a la altura: su afi- ción. Pero la fidelidad de la hinchada rojilla amenaza con ser más que una trampa que un trampolín. El pésimo efecto de su apoyo sobre los jugadores ya está descrito al inicio. Y el de tolerancia -rayana con el estoicismo- que muestra hacia decisiones que evidentemente no comprende ni comparte ha convertido también en incompetentes a los órganos directivos.
Tras una aportación muy mediática pero irrelevante en el terreno de juego, a apenas tres jornadas del final Izco anunció su continuidad si seguía en Primera, y su marcha si el equipo caía a Segunda. Fue otro síntoma de que en este club se permite cualquier despropósito. Y otro dato para replantear la continuidad de un entrenador alejado del ADN del club.
Pero no todo es achacable a Camacho y a Izco. El diseño de la plantilla también se ha convertido en un inmenso error, del que da fe que un jugador con las limitaciones técnicas y de edad de Walter Pandiani haya terminado convertido en el ídolo.
También en este caso ha imperado una inexplicable apatía. La temporada pasada había probado la fragilidad física y mental del plantel, que le hizo perder todas las finales importantes (como los tres partidos seguidos en casa contra Betis, Deportivo y Recreativo). Sin embargo, se perseveró en ese estilo con fichajes como Masoud, Ezquerro o Vadocz, totalmente contrarios al perfil guerrero que requiere un equipo que lucha por la permanencia. Los Puñal y Cruchaga, mermados lógicamente por la edad, no podían tirar solos de un carro tan pesado. Y Azpilicueta y Monreal, los relevos naturales, no dejan de ser dos laterales.
Como ocurrió hace un año, tras la salvación de ayer es probable que se mantenga la inercia. Pero como dice Guardiola, el hombre de moda en este mundillo del fútbol, no tomar riesgos es paradójicamente lo más arriesgado. La curva descendente del equipo es evidente y está ineludiblemente ligada a la pérdida de su código genético: la combatividad. El Osasuna que describió César Cruchaga la pasada semana -«once que luchaban como animales»- no tiene nada que ver con el de hoy. Tampoco el de Camacho, que nunca ha sido percibido en Iruñea como «uno de los nuestros», que ha obviado a valores de la cantera como el sub-21 Galán y que ha dejado un catálogo de excusas de todo tipo tras los malos resultados.