Belén Martínez analista social
¿Qué reanima al Tigre?
Cuando Rajapaksa anunció, con entusiasmo y exaltación, la derrota de la guerrilla tamil, me embargó una profunda tristeza al recordar a dos jóvenes tamiles «franceses» que habían iniciado una huelga de hambre indefinida, el pasado 7 de abril, para protestar por la indiferencia de la comunidad internacional ante las masacres perpetradas por el gobierno de Sri-Lanka. Los huelguistas demandaban un alto al fuego inmediato y permanente, la ayuda humanitaria para la población civil y retomar las negociaciones con representantes tamiles...
... Antes de unirnos a la manifestación del primero de mayo de París, pasamos por la plaza de la República, donde nos encontramos con un centenar de personas de la diáspora tamil acompañando a Shanmugarajah Navaneethan y a Selvakumar Alfred en su protesta. El primero de ellos también estaba en huelga de sed. Otros dos compañeros habían sido hospitalizados. Allí supimos que en Sri-Lanka, la India y Ginebra se habían producido inmolaciones.
Numerosas fotografías documentaban la barbarie. La gente congregada enarbolaba el símbolo de los Tigres de Liberación del Tamil Eelam y pancartas denunciando el genocidio.
Tiempo de revancha para Sri Lanka, que exhibe trofeos de guerra y celebra victorias diplomáticas, como la inmunidad ante el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, al eludir una investigación por crímenes de guerra y violación de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Se jactan de sus «campos de acogida» y «pueblos de ayuda». Desde hace tres años, la región de Vanni sufría un asedio brutal. Gernika, Faluya, Gaza, Vanni... ¡Cuánto exceso de injusticia!