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Previa de la final de la NBA

Los Lakers parten como favoritos ante Orlando en una final inédita

Con LeBron James y los Celtics fuera de combate, Los Angeles Lakers y Orlando Magic se verán en la final que empieza mañana. El juego en equipo ha traído el premio para los de Florida, mientras que los californianos deberán luchar contra sus propios fantasmas.

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Izkander FERNÁDEZ | BILBO

Resulta engañosa la final de la NBA que arranca mañana. Los Angeles Lakers eran, han sido y serán los verdaderos favoritos de la competición. Por mucho que Boston Celtics defendiese el anillo, que LeBron James haya repuntado hacia la madurez y que Orlando Magic, jugando como un equipo de verdad, haya alcanzado la segunda final absoluta de su historia.

Y resulta engañosa porque los Lakers de Phil Jackson son un equipo de legañas, pelos alborotados, barba de cinco o seis días, camiseta descolorida y calzoncillos sobresaliendo por encima del pantalón. En otras palabras, es ese alumno que siempre llega tarde a clase, que entrega los trabajos con una presentación sucia y dudosa, que sólo lleva lápiz al examen pero que goza de tal superioridad intelectual que, en junio, tiene la matrícula calentita ante la impotente mirada de sus profesores.

Quizá Phil Jackson sea ese alumno. Con ocho anillos en sus dedos, el «maestro zen» -o the lord of rings, según guste al lector- no cree conveniente corregir, no ve necesario criticar e incluso da la sensación de que ni siquiera le preocupa que su equipo sea mejor o peor.

Jackson cree en el orden natural de las cosas. En el equilibrio. Y lo hace pese a Kobe Bryant y su delirante tendencia al exceso. Mano de santo. Bryant está contento y calladito. Ni rastro de sus feos conflictos con Shaquille O'Neal cuando ambos ganaron tres títulos consecutivos. Aunque parece que Jackson no hace nada, seguro que es el mayor artífice del control de Bryant.

Su peculiar sentido del orden

Phil Jackson y su peculiar sentido del orden. Poco parece importarle que en la mayoría de ocasiones su banquillo, su rotación, sea como un estómago vacío en el que el eco rebota incesantemente. Jordan Farmar, Sasha Vujacic, Shannon Brown y Luke Walton -de Didier Ilunga-Mbenga, de Adam Che Guevara Morrison, de Josh Powell o del chino Sun Yue mejor ni hablamos, al menos en los play offs- completan la tetralogía del terror angelino. Jugadores que en el baloncesto FIBA las pasarían canutas para calzarse dos zapatillas del mismo modelo pero que sobre el amarillo parqué del Staples Center juegan a ser dioses. Que no a baloncesto, se entiende.

En medio de la calmada marabunta que conforman estos Lakers está Pau Gasol que, en cierto modo, es el alumno aventajado de esa materia que Jackson nunca imparte. A Gasol le va eso de callarse y esperar. Si no le dan balones, mete 20 puntos y coge más de 10 rebotes. Si le dan bola, mejora números y encima asiste al resto. Como si la cosa no fuese con él. Mientras no le den la bola para decidir el partido, que para eso está Kobe...

Hambre

Es complejo entenderlo. Gasol parece el mayor enemigo para las ansias y el hambre del resto de jugadores importantes de los Lakers, y eso que el de Sant Boi rezuma ambición en sus últimas declaraciones: «El anillo es nuestro objetivo y estamos preparados para ello; tenemos grandes opciones de conseguirlo y esperamos aprovecharlas. Éste es nuestro momento».

Mientras, los Lamar Odom, Andrew Bynum y Trevor Ariza de este mundo parecen empeñados en dar la espalda a la realidad: con Gasol se juega mejor pero prefieren jugar solos. Mientras, Jackson no dice nada, pone cara de no estar y espera a que todo acabe. Es entonces cuando sonríe y despeja la x: él -o tal vez haya que escribirlo en mayúsculas: Él- ya lo sabía.

Orlando Magic tiene que ser consciente y actuar en consecuencia. Tiene posibilidades porque los partidos hay que ganarlos, pero algo ocurre en estas eliminatorias que la lógica acaba aplastando más de lo normal.

Los Magic llegan al final del camino un poco por sorpresa. Pero menos. Su juego ha sido posiblemente el mejor de la Conferencia Este. Menos individualidades, aunque las tiene, y más encaje de engranajes para un funcionamiento óptimo.

El mastodonte que sirve de pilar es sin duda Dwight Howard. Menuda lucha la suya con Bynum y Gasol en estas finales. Apasionante. Howard se ha sobrepuesto al sambenito de jugador físico y poco dotado técnicamente, y cuenta con un equipo que sabe lo que se hace a sus espaldas. Hidayet Turkoglu, Rashard Lewis y Rafer Alston deberán poner el resto mientras que su hinchada completará el círculo, entonando el Beat LA! que toda final de la NBA contra los Lakers que se precie debe tener.

Milagro

Jameer Nelson, base de Orlando que se lesionó para el resto de la temporada en febrero, podría volver a las canchas en esta final para jugar unos minutos, ya que su recuperación ha ido más rápido de lo esperado.

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