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Escisión en Eusko Alkartasuna

Una decantación que resultaba imprescindible

Hace tiempo que Eusko Alkartasuna no era un partido sino dos que, además, ya ni siquiera guardaban las formas entre ellos. La escisión anunciada por los críticos es, por tanto, un paso hacia la clarificación de estrategias, aunque supone también dar la batalla interna por perdida.

Iñaki IRIONDO

La realidad interna de Eusko Alkartasuna al fin se ha oficializado. Desde hace al menos diez años EA vivía una situación insostenible. En el V y VI congresos, y en el extraordinario realizado en enero de 2007 para confirmar la presentación en solitario a las elecciones municipales de aquel año, la división entre «oficiales» y «críticos» siempre ha estado en una constante de algo más del 60% para los primeros y algo menos del 40% para los segundos. Y aunque cada tras votación los críticos anunciaban que asumían el resultado y prometían lealtad, sus discrepancias no tardaban en manifestarse y, además, de manera pública.

El VII congreso, de diciembre de 2007, en el que Unai Ziarreta fue elegido presidente y Joseba Azkarraga secretario general, quiso ser el del consenso, con una única lista que integraba a tres críticos en la Ejecutiva Nacional. Pero el reparto de votos y aplausos demostró la debilidad (o ficción) de aquel consenso. Se votó puesto por puesto. Los nuevos cargos del sector oficial quedaron todos por encima del 66%. Los críticos, pese a ir en la misma lista, apenas sobrepasaron el 45%.

La ponencia política fue aprobada, en cambio, con un único voto en contra. Se suponía, por tanto, que la cuestión de la coalición con el PNV quedaba definitivamente zanjada. Pero no fue así. Con la llegada de las elecciones autonómicas volvió la bronca. La Ejecutiva Nacional decidió el 10 de noviembre de 2008 acudir en solitario a los comicios. La dirección regional de Gipuzkoa hizo público al día siguiente un comunicado en el que consideraba la decisión «un grave error político».

Pese a las decisiones congresuales, la coalición con el PNV que propugnan los críticos volvía a ser una cuestión de disputa pública. Además, otras decisiones sobre las relaciones municipales con ANV eran también criticadas a través de los periódicos. La última fuente de conflicto fue la conformación de las candidaturas. Pero, de nuevo, la mayoría de los miembros de la Asamblea Nacional (75%) apoyaron a la Ejecutiva, mientras que los críticos se quedaron fuera de la lista y votaron en contra (24%).

Después llegó el derrumbe electoral que cada parte analizó de manera muy distinta. Fueran cuales fueran las razones a las que cada cual atribuyera el fracaso, el dato objetivo era la histórica caída de votos y escaños. Cabía pensar que los críticos podían encontrar ahí un asidero para conectar con las bases del partido. Si, como sostienen, la cuestión era elegir entre una estrategia errática, errada y liquidacionista o anclarse a los principios fundacionales del partido, los críticos no tenían por qué suponer que en la militancia y los compromisarios del Congreso no iba a imperar el sentido común.

Si el núcleo del debate era elegir entre el suicidio que representa la actual dirección y el renacer que ofrecían ellos, los críticos no debían tener ningún problema para convencer a la mayoría de los afiliados. Sin embargo, esta vez han optado por no medirse dentro de EA. Se marchan para hacer su camino a la búsqueda de que el tiempo y los electores dicten sentencia, pero nunca antes de 2011.

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