El número de parados registrados en las oficinas de empleo de Hego Euskal Herria bajó en 3.994 personas en mayo, rompiendo así la tendencia de incremento sostenido del desempleo en los últimos diez meses. Aunque no se puede negar que la noticia supone un leve respiro en la atosigante coyuntura que padece la economía vasca, resulta a todas luces prematuro afirmar que nos encontramos ante el punto de inflexión que marque el cambio de tendencia en la crisis. A pesar de los mensajes lanzados ayer -de forma más o menos explícita y siempre interesada ante la proximidad de la cita electoral del domingo- de los sectores afines al Gobierno español, lo cierto es que el descenso del paro del mes pasado es sólo uno, y seguramente no el más importante, de los indicadores económicos que pueden definir el comienzo de la recuperación.

De hecho, si el dato de desempleo de mayo se compara con el mismo mes de 2008, nos encontramos con 54.278 parados más. Además, entre enero y abril, el número de personas afectadas por expedientes de regulación de empleo en Hego Euskal Herria sumó la cifra récord de 39.732, un récord absoluto, puesto que en sólo cuatro meses se ha contabilizado un 66,7% más de afectados por ERE que en todo el pasado ejercicio, en el que apenas se sobrepasaron los 23.800. Todo ello mientras los datos del Eurostat sitúan a Hego Euskal Herria y al conjunto del Estado español a la cola de la protección social en la Unión Europea, sólo superados en desamparo hacia los más necesitados por países como Letonia, Lituania, Bulgaria y Eslovaquia.

Tanto el Gobierno como los sindicatos afines no tardaron ayer en apuntar el tanto del descenso del paro al diálogo social y a las políticas institucionales. Nada más lejos de una realidad que sigue marcada por la soledad de la clase trabajadora ante la crisis mientras los gobiernos, lejos de emprender políticas de renovación profunda y redistribución, insisten en aplicar recetas caducas a base de ladrillo y automoción, balsámicas a corto plazo y profundamente tóxicas para el futuro.