Iñaki Altuna Periodista
Si Juan Paredes Manot, «Txiki», levantase la cabeza...
¿Las gentes de Aralar que, a diferencia de Irazabalbeitia, militaron en HB en aquellas internacionalistas campañas europeas de los 80 podrían mirar a los ojos a Alfonso Sastre y Doris Benegas y llamarles españolistas?
Mientras los grandes medios sitúan la campaña electoral de la circunscripción española en la pugna entre PSOE y PP, el cruce de pullas entre candidatos está siendo de perfil bastante bajo en los territorios vascos. Quizá por eso llama algo más la atención el discurso de los últimos días de los representantes de Aralar y EA de resaltar el carácter español que, según sus palabras, tendría Iniciativa Internacionalista. La razón de esta, llamémosle, acusación tiene la clara intención de evitar que el voto abertzale de izquierdas se concentre en esa opción. Una intención lógica cuando nos encontramos en una disputa electoral. Otra cosa es que, para ello, se utilicen argumentos un tanto retorcidos y se haga abstracción de hechos constatables.
En las últimas manifestaciones de Irazabalbeitia e Intxaurraga se hace abstracción de que la opción de votar a II-SP viene determinada por una situación de extrema injusticia que prohíbe a la izquierda abertzale presentarse como tal, así como por el hecho de que, según anunció Arnaldo Otegi, su primer intento para realizar una candidatura compuesta por diferentes fuerzas abertzales no pudo llevarse a término. Aquello no fructificó, como bien sabe Intxaurraga.
Ha sido precisamente Intxaurraga quien ha dicho que «EA jamás apoyaría a un partido internacionalista habiendo uno abertzale». El candidato ni siquiera tiene que desplazarse en el tiempo, basta con que cambie de circunscripción, a la del gran Sud Ouest, donde EA apoya al ecologista francés Jose Bové pese a haber una candidatura abertzale en Ipar Euskal Herria. De hecho, una experiencia similar a la de la exitosa de EH Bai de las cantonales podía haber fraguado ahora en estos tres territorios, y también en el sur, con lo que se podía haber constituido una propuesta única, aunque con dos listas, para el conjunto del país. No se ha hecho porque cada fuerza ha tomado sus propias decisiones. Su opción ha sido tan legítima como injustas son sus actuales críticas a la izquierda abertzale.
Además, ¿por qué califica Irazabalbeitia a II-SP de «sigla de la izquierda española»? ¿Acaso los independentistas de otros pueblos del Estado español que secundan la iniciativa son más españoles que los de ERC, BNG, Chunta y Entesa? Pantanoso terreno ese en el que se puede herir la sensibilidad de muchas personas que muestran apoyo generoso e incondicional a la causa de la libertades vascas.
Y, a todo esto, ¿el cabeza de lista Alfonso Sastre no es un ciudadano vasco?
¿Las gentes de Aralar que, a diferencia de Irazabalbeitia, militaron en HB en aquellas internacionalistas campañas europeas de los 80 podrían mirar a los ojos a Alfonso Sastre y Doris Benegas y llamarles españolistas? Si han llegado hasta ahí, el camino recorrido estos años les ha llevado lejos, muy lejos. Y si sólo se trata de un puñado de votos, no merece la pena llegar por ello a discursos más propios de la Liga Norte italiana.