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La superpoblación de jabalíes y corzos «colisiona» con el tráfico

No es raro conocer a alguien que ha sufrido un accidente de carretera contra un jabalí, como no lo es observar la presencia de corzos cerca de núcleos urbanos. Se constata una superpoblación de ambas especies, una explosión demográfica que, entre otros efectos, incide en las cifras de siniestros viales. Pero una vez más, los animales vuelven a ser las víctimas.

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Joseba VIVANCO |

«Su evolución demográfica está dejando asombrados a cazadores, naturalistas y gestores». La frase se recoge en el último número de la revista de la Asociación de Cotos de Araba (ACCA). Se refiere a la superpoblación de corzos y jabalíes en suelo vasco, pero especialmente en el territorio alavés. «Quién hubiera podido predecir que las cifras oficiales de capturas de jabalíes en batida en Álava iban a superar ¡los 2.400 ejemplares!», se sorprenden en este colectivo. Un dato que hace referencia a la última campaña de caza mayor.

Ésta es una de las realidades más evidentes de nuestra fauna. El jabalí campa hoy a sus anchas por muchas áreas del país y los planes de recuperación de otra especie como es el corzo se han conseguido con creces.

Pero la otra cara tiene que ver con la presencia cada vez mayor de animales como éstos, no sólo ya cerca de zonas rurales y también urbanas, sino cruzando con más asiduidad la cada vez más tupida red de carreteras. Los últimos datos facilitados por Interior de Lakua arrojaban el dato de 456 accidentes de tráfico motivados por la irrupción de animales en la vía; 143 por invasión de jabalíes y 142 de corzos. Araba es, junto a Nafarroa -270-, quien acumula el mayor número de siniestros con animales, 289, frente a los 89 de Gipuzkoa.

La red viaria, un impedimento

La población de ungulados se dispara, las capturas mediante batidas aumentan, pero también lo hacen los problemas para los agricultores que ven `asaltadas' sus huertas en busca de alimento y para los conductores, sin olvidar que la presencia del lobo se hace más patente con más abundancia de presas.

Mientras los cazadores ven en este masivo número de ejemplares «el principal pilar de sustentación del aprovechamiento cinegético», tras años de «caza de subsistencia», no es menos cierto que su interacción con el tráfico de vehículos empieza a preocupar. Se trata de accidentes sin víctimas mortales entre el pasaje del coche, pero ello no evita la peligrosidad de animales cruzando con cada vez más asiduidad por estas vías.

Las administraciones vienen aplicando programas de vallado de las vías más rápidas, acondicionando en ocasiones pasos para estas especies. Sin embargo, vehículos y animales siguen colisionando. Una de las medidas más aplicadas es la instalación de altas vallas a ambos lados de carreteras de mucha circulación. Pero los animales cruzan al principio y al final de las mismas. A ello hay que sumar aquellas que no están protegidas y que son pasos tradicionales de estas especies.

Las batidas, también culpables

Parece evidente que asfaltar un centenar de kilómetros de suelo rural o boscoso para ahorrarse veinte minutos es discutible, tal y como corre en nuestra contra la huella ecológica.

Pero la red viaria y ferroviaria sigue horadando la orografía vasca y, de paso, limitando la movilidad de la fauna salvaje. Como resumía el coordinador de campañas de Ecologistas en Acción, Teo Oberhuber, «los animales tienen unas querencias, están acostumbrados a utilizar unas determinadas zonas para sus hábitos. Y ellos estaban ahí antes que las carreteras».

Probablemente una de las soluciones pase por la actividad cinegética. «Ésta es una de las razones que dan sentido a la caza: retirar la renta del patrimonio que sobra», argumenta el presidente de la Asociación de Cazadores, Juan Antonio Sarasketa.

Sin embargo, la propia captura potenciada por las administraciones para controlar esas poblaciones de corzos o jabalíes, se vuelve también en contra.

El doctor en Ciencias Biológicas y miembro de la Asociación de Cotos alaveses, Florencio A. Markina, reflexionaba al respecto en un artículo publicado en 2002. Y lo dejaba muy claro: «En los accidentes de carretera, los jabalíes son, no lo olvidemos, víctimas de una mala planificación cinegética y vial».

Sin desdeñar la necesidad de la caza para el control de la especie, iluminaba una visión poco analizada. «La siniestralidad provocada por la irrupción de los animales en la carretera está muy relacionada con los movimientos que la caza provoca en sus poblaciones».

La explicación que daba es que «se provoca la paradoja de que admitiendo la necesidad de controlar las poblaciones, cuanto más lo cacemos, más accidentes estaremos provocando», dado que en un territorio reducido como lo es Araba, la cifra de batidas obliga a los jabalíes a una desplazamiento enorme.

Igualmente, la búsqueda de alimento de estos animales les lleva a cruzar vías transitadas. Un ejemplo es la NA-134, en la Erribera navarra, una comarca con alto número de este tipo de incidentes. Esta vía y la recta de Argedas sumaron 17 y 13 atestados, respectivamente, el año pasado por encontronazos sólo con jabalíes. Un paso desde Bardenas al Ebro, para alimentarse.

Parece evidente que no es sencillo lograr una convivencia entre corzos, jabalíes y vehículos. Por ello, no están de más las recomendaciones. Y la principal, según los expertos, «que si vas a 90 con las largas, no pretendas ver a un corzo; hay que respetar los 50».

¿A quién reclamar en caso de sufrir un accidente con un animal?

Ésa es la pregunta del millón cuando de buscar culpables se trata. ¿A quién reclamar? Hasta 2005, la legislación responsabilizaba a los dueños de los cotos de caza, pero ese año cambió la ley, que ahora hace responsable al conductor si ha cometido una infracción; o al coto, si el siniestro es causa directa de la acción de cazar; e, incluso, al titular de la carretera, si el estado o señalización de la misma no es el correcto. Pero la realidad es que, según un análisis publicado por la revista de ACCA, las sentencias revelan que según dónde se produzca el accidente, el fallo es desigual. Así, en Araba, dos de ellos firmados por el mismo magistrado, condenan al coto; otro, en Nafarroa, hace lo propio. J.V.

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