Lejos queda aquel 2001 en el que la Europa futbolística cayó rendida ante dos equipos de poco poso continental. El pink team de Mané, Karmona, Javi Moreno, Jordi Cruyff, Desio, Contra y compañía tocó el cielo en Dortmund, mientras que, de la mano de Lotina, Mostovoi, Karpin, Gustavo López o Mazinho, el Celta completó la mejor temporada de su historia y su fútbol de toque lo metió en la Liga de Campeones. La trayectoria de ambos equipos quedó irremediablemente unida desde aquellos días de vino y rosas, y celestes y albiazules han compartido ascensos 2006, descensos 2007, eliminatorias coperas, traspasos y hasta polémicas por la alineación por parte gallega de un Toni Moral que terminó siendo artífice de la salvación babazorra el año pasado en Balaídos.

Los goles, aplausos y alabanzas de comienzos de siglo XXI, sin embargo, han terminado desembocando en abucheos, leyes concursales, plantillas desestructuradas, lagunas defensivas e inutilidad goleadora que han dejado a ambos equipos ante el nada agradecido reto de tener que ganar hoy para no caer en el infierno de Segunda B.

Vidas paralelas

Al margen de compartir penurias económicas, pérdida de respaldo social y desestructuración en los últimos años, con sus respectivas idiosincrasias y particularidades, Celta y Alavés también han seguido trayectorias bastante paralelas durante la presente campaña que han terminado uniéndose en la angustia de las últimas jornadas. Incluso, para rizar el rizo, ambas entidades se han quedado sin director deportivo con un margen de poco más de una semana.

Con muy distintas sensaciones, pero el partido que el pasado 15 de junio de 2008 ambos equipos jugaron en este mismo escenario obligaba a Celta y Alavés a hacer una severa reflexión y reestructuración de su plantel. Un total de 18 jugadores abandonaron la disciplina de un equipo celeste cuya afición despidió con insultos, mientras que fueron 16 los jugadores que abandonaron la nave albiazul.

Sin embargo, tras sendos comienzos esperanzadores, las trayectorias de ambos comenzaron a caer en picado. Aunque en la primera mitad de campeonato llegaron a soñar con el ascenso, en la segunda vuelta han completado una trayectoria que los tendría en puestos de descenso, contando sólo los últimos 18 partidos. En este periodo de tiempo, los vigueses sólo han sumado diez puntos de los últimos 54 en juego, con una única victoria en dieciocho jornadas. Siendo mejores, los números albiazules tampoco son garantía de nada, ya que han conseguido cinco puntos más en esos partidos.

Además, la preocupante caída en picado de los celtiñas ha dejado otra lectura negativa: el cambio de entrenador no ha surtido el efecto esperado, pues el vallisoletano Eusebio Sacristán, que se hizo cargo del equipo en la jornada 27ª, ya es el técnico con peores números de la historia del club. Hasta ahora nadie había ganado un único partido de los once primeros dirigidos. Tampoco los cambios de Manix Mandiola y Javi Pérez han dado lo esperado al Glorioso.

En este sentido, la imagen ofrecida por el equipo que dirige Eusebio Sacristán en las últimas jornadas no es sólo preocupante, también alarmante. El equipo sigue siendo débil en defensa a pesar de que el técnico vallisoletano ha intentado reforzar el juego defensivo con hombres de un corte mucho más conservador en las alineaciones. Ni tan siquiera los continuos cambios de sistema le han dado resultado. Eusebio sigue sin encontrar su equipo ideal, algo que también sucede en un Alavés que también comparte con los gallegos los problemas de cara a la portería contraria.

Con todo esto, ojalá el Siniestro Total a las 20.15 horas sea vigués y que sean los aficionados albiazules los que puedan «bailar sobre tu tumba» con o sin zapatos de claqué.