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Floren Aoiz www.elomendia.com

Como Gladys

Destruir el planeta para generar beneficios a favor de una minoría no es progreso. Mucha gente cree que otro mundo es posible y lo está construyendo. Como el movimiento antinuclear vasco de hace 30 años. Como Gladys del Estal. Eso era y es defender la civilización

El 3 de junio de 1979 era domingo. Se celebraba el Día de la Tierra y en Euskal Herria bullía un intenso movimiento popular contra el proyecto de central nuclear de Lemoiz. Esa central era apoyada por todas las fuerzas políticas que habían decidido aceptar el marco impuesto tras la muerte de Franco. Así, mientras el PNV afirmaba que sin Lemoiz los vascos tendríamos que alumbrarnos con velas, miles de personas se movilizaban para evitar un desastre, y lo hicieron eficazmente, porque por suerte esa central nunca llegó a entrar en funcionamiento

Pasados 30 años, incluso muchos de los que entonces defendieron Lemoiz reclaman el cierre de Garoña. Pero ellos no parecen dispuestos a asumir autocrítica alguna, ni tampoco a recordar la figura de militantes antinucleares y ecologistas como Gladys del Estal. Y sin embargo, sin ellos, sin su lucha, ahora estaríamos en un panorama mucho peor.

Gladys fue impunemente asesinada. Como en tantos otros crímenes de la «transición», nadie fue castigado. Esta pseudodemocracia que ha adoptado una legislación de excepción más dura con los que queman cajeros que con los violadores puede vanagloriarse de haber garantizado la impunidad de una gran cantidad de asesinos, torturadores y otros maleantes. La clase política que alardea de respeto a los derechos humanos es la que escondió bajo la alfombra sucesos como los que acabaron con la vida de Gladys.

Ahora casi todo el mundo reconoce que el modelo de desarrollo imperante en el mundo está a punto de colapsar el planeta. Hace treinta años los ecologistas eran unos marginales enemigos del progreso, gente sin luces que quería dejarnos sin luz. Ahora, desde los partidos defensores de Lemoiz hasta las propias empresas eléctricas hablan de respeto al medio ambiente y sostenibilidad. Han intentado apropiarse la ilusión por la que tanta gente, como la propia Gladys, dio la vida. Por eso es tan importante recordar el pasado y no perder de vista el origen de muchos estafadores.

Y es que basta con trasladar el debate al asunto del TAV para comprobar hasta qué punto la defensa del desarrollo sostenible es pura fanfarria publicitaria. La base argumental de los defensores del TAV es en esencia la misma de los defensores de Lemoiz hace 30 años: el progreso del país depende de esta obra. Sin ella seremos más pobres, más atrasados, menos civilizados.

A fin de cuentas, se trata de eso, de la concepción de civilización. Frente al desarrollismo y la identificación de la lógica capitalista con la civilización siempre ha habido modelos alternativos y los sigue habiendo. Algunos han querido proclamar el fin de la historia con la victoria definitiva del capitalismo, que presentan como el mejor de los sistemas posibles, pero los millones de personas que mata o mantiene en la miseria tienen una opinión muy diferente.

La injusticia social no es civilización. Destruir el planeta para generar beneficios a favor de una minoría no es progreso.

Mucha gente cree que otro mundo es posible y lo está construyendo. Como el movimiento antinuclear vasco de hace 30 años. Como Gladys del Estal. Eso era y es defender la civilización frente a la barbarie desarrollista del capitalismo.

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