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«Hemos sido dominados por una ideología fundamentalista de mercado»

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Vandana Shiva
Activista antiglobalización y defensora de la agricultura ecológica

Vandana Shiva ( 1952 Uttarakhand, India) es una figura mundial en la defensa del Medio Ambiente. Científica, filósofa y escritora es fundadora de varias organizaciones para la difusión de la agricultura ecológica y el mantenimiento de la diversidad. Símbolo del ecofeminismo, recibió el Premio Nobel Alternativo en 1993. Ayer ofreció la conferencia «Democracia en la tierra» en la feria Bioterra.

Maider EIZMENDI |

Minutos antes de su intervención ante los medios de comunicación, Vandana Shiva caminaba pausada ante los stands de la feria anual Bioterra. Sin embargo y, a pesar su cara afable, su actitud es tajante cuando comienza a hablar de las grandes multinacionales, como Monsanto, a quienes acusa de ser las responsables de que un billón de personas no tengan en la actualidad acceso a la alimentación y al agua potable.

Vandana Shiva es un referente mundial en la lucha por los pobres, por el medio ambiente, contra la biopiratería, por los derechos de la mujer... «Mi objetivo en la vida es celebrar la vida en toda su belleza, en toda su alegría, y luchar ferozmente contra todo lo que no nos permita llegar a ello», resume ella.

Con contundencia afirma que «en las dos últimas décadas hemos sido dominados por una ideología fundamentalista de mercado», que «ha reducido el mundo a un mero supermercado, ha reducido al ser humano a un mero consumidor, ha robado trabajo a la gente, ha robado la producción...». Afirma convencida, sin embargo, que a ese sistema se le dio muerte en setiembre de 2008, «porque un sistema en el que los seres humanos consumen y no producen no puede durar, un sistema en el que explotamos la tierra sin límites no puede durar...».

Sobre la actual crisis mundial, Shiva sostiene que pueden darse dos eventuales escenarios: «La crisis actual puede profundizar aún más esta situación si la respuesta es salvar a los que la han originado. Si todos los rescates son para los bancos, que son quienes han creado el caos, o si las prestaciones son para los contaminantes que acuden a las negociaciones sobre el clima... Habría una convergencia más importante entre el poder del dinero y el poder político; eso se llama dictadura». En cambio, en opinión de Shiva, la crisis también podría traer consigo la oportunidad de crear alternativas: «Podemos formar economías adaptadas a la gente, que los estímulos que se den se dirijan a ello, y, al mismo tiempo, reclamar los derechos perdidos de la gente». Sí, «la crisis también puede ser una oportunidad».

Su propuesta principal es lo que denomina «democracia de la tierra»: «Lo llamo así porque debemos incluir todas las especies en esta nueva democracia; una democracia sólo humana, que no respete los derechos ecológicos de otras especies, también finalizará con la pérdida de los derechos del ser humano».

Subraya una y otra vez que a día de hoy un billón de personas no tiene acceso a alimentos ni a agua potable y que la única manera de poner remedio a esta situación «es impulsar un sistema en el que reconozcamos los derechos de todos a acceder a los recursos de la tierra». «La democracia de la tierra se basa en la economía sostenible, en economías vivas y también en la democracia viva porque la democracia actual esta muerta», explica.

Su propuesta tiene una base sólida y unas referencia previas: «Hace más de 25 años empecé a construir estas economías vivas, esta democracia viva semilla a semilla, agricultor a agricultor, persona a persona. En el pasado ha habido revoluciones basadas en lo que decidían unos pocos para el futuro y a menudo a través de la violencia. Pero los cambios radicales actuales solamente serán posibles si todo el mundo participa y si creamos un cambio no violento sino radical».

Pero a su juicio, además de la crisis económica, actualmente la población sufre una grave crisis ecológica y social «que se refleja en el aumento del terrorismo, del fundamentalismo y en la alineación de la gente, en el desencanto que sufre». Estas tres crisis tienen «las mismas raíces y, por lo tanto, pueden tener las mismas soluciones». Es posible atajarlas «simultáneamente a través de una economía inclusiva basada en lo local; una economía de la vida en lugar de una economía de la muerte».

La soberanía alimentaria es, en su opinión, «vital», porque, «después de todo, nosotros somos lo que comemos». Pero también lo es a nivel económico y político, «porque las principales guerras se libran por el alimento».

Ante las afirmaciones de que una agricultura ecológica no sería capaz de dar repuesta a las necesidades alimentarias mundiales, se muestra tajante: «No creo que haya una mentira mayor. De hecho estamos viviendo una crisis porque la agricultura industrial ha gastado los recursos de la tierra. Invierte diez veces más energía para lograr el mismo resultado». En su opinión, proponer el uso fertilizantes químicos a día de hoy «es criminal», entre otras cosas, porque sabemos que es una de las causas del cambio climático, los fertilizantes emiten gases de efecto invernadero».

Para que los cambios que ella propone llegue a un buen puerto es importante la concienciación de la población. «Los cambios provienen de un cambio de mentalidad, nuestra mente ha sido capturada y tenemos que liberarla». Pero para ello, es imprescindible tener acceso a «la realidad que se nos oculta; la concienciación se basa en la información real, no en la propaganda».

La ecologista y feminista india incide además en el papel que deben jugar las mujeres. «Las mujeres han cuidado de las semillas alrededor de todo el mundo, han sido las agricultoras del mundo y ahora se les roba sus semillas, su figura en la producción; las mujeres son como el sexo dispensable y, por ellos, se ha experimentado un aumento de la violencia contra ellas. El reconocimiento de las mujeres como centro de la agricultura es vital para la soberanía alimentaria y para detener la violencia sobre las mujeres».

Su labor como el de toda la población para salvaguardar las semillas ha de ser enérgica. «Las semillas no son un invento de las corporaciones, por lo tanto, no pueden ser propiedad patentada; las semillas deben compartirse libremente». Con ese objetivo creó el movimiento Navdanya, que ha creado más de cincuenta bancos de semillas comunitarios.

Asegura, no obstante, que hay que ir más allá: «Espero que nos unamos y pongamos en marcha mecanismos legales, quizás debamos aprender del software libre».

 

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