Fede de los Ríos
Gracias a Rubalcaba, nacido en Solares, está más claro que el agua
Se trata de intentar que el Parlamento sea una caja de resonancia de lo que ocurre en los espacios donde se manifiesta el antagonismo en cualquiera de sus formas. Una vieja consigna para una etapa nueva
Cuando el sufrido lector lea estas líneas, ya habrá escuchado en boca de los líderes del bipartidismo al servicio del capital, la importancia del voto. Deber ineludible del ciudadano en aras de legitimar eso que han convenido en llamar democracia española, cuya cúspide asienta un trono con Borbón incluido por deseo del caudillo y por los siglos de los siglos.
Al consejo de introducir la papeleta en una urna se habrán sumado dirigentes del resto organizaciones educadas y cívicas con el deseo de un silloncito que les aleje de la monótona y alienante actividad a la que se dedica el pueblo llano, eso que denominan trabajo. Eso sí, lo hacen en beneficio de los más.
El tito Rubalcaba hablará, en un alarde de cinismo, como todos los ministros de la Porra lo hacen en cada elección de amos, de la importancia de la participación. Nos dirá que si no ejercemos el derecho al voto luego no podremos protestar por los resultados.
El simpático candidato del PSOE, Juan Fernando López Aguilar, es un buen caricaturista equivocado de escenario. Mientras el arte de la caricatura, en el papel provoca la risa y resulta inofensivo, al trasladarlo a su anterior función de ministro de Justicia es peligroso: «El Gobierno español construirá nuevas imputaciones para evitar excarcelaciones de presos vascos» (2006-02-08). La caricatura de la Justicia, como es «construir nuevas imputaciones», es decir, inventar nuevos delitos donde no los había, muestra una prevaricación que instaura la arbitrariedad en la Justicia. Juan Fernando, de una isla africana, apelará a la importancia que tienen las instituciones europeas.
El antiguo ministro de la Porra y actual candidato del PP, Jaime Mayor Oreja, de gesto adusto y oratoria preconciliar, para quien el franquismo «era una situación de extraordinaria placidez», también instará a acudir a las urnas por el bien de la España católica.
Pues bien, este humilde servidor no quiere ser menos y aun sabedor, por viejo, de la inutilidad de un Parlamento Europeo virtual, cuya función es dar legitimación a las directrices emanadas de la banca y las multinacionales, os invita a votar por todo lo contrario. Para conseguir que en Bruselas una voz diga lo que ocurre. Lo que otros tratan por todos los medios de ocultar. Que denuncie la caricatura de democracia, ya ni meramente formal, que padecemos por estos lares. Lo que acontece en cárceles y comisaría; la precariedad de los que aún no están en el paro; la privatización de la enseñanza que suponen los planes de Bolonia; la tragedia de los inmigrantes en su viaje forzado hacia Europa. Para denunciar las políticas económicas que cargan el peso de la crisis sobre los que producen la riqueza y las políticas lingüísticas que el nacionalismo expansivo impone a otros pueblos, amén de negarles el derecho a decidir su articulación política.
En fin, se trata de intentar que el Parlamento sea una caja de resonancia de lo que ocurre en los espacios donde se manifiesta el antagonismo en cualquiera de sus formas. Una vieja consigna para una etapa nueva.