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Raimundo Fitero

Cara y cruz

Palabras cruzadas. En días así la cara está marcada y la cruz se debe marcar. Los apartados de sucesos en los noticiarios televisivos están ampliando su espacio. Hay motivos. Los anuncios institucionales, las campañas no electorales y algunos documentales o reportajes siguen haciendo de nuestra relación con el electrodoméstico esencial una contradicción muy bien llevada, asumida y hasta elaborados sus anticonceptivos y antivirales para que salgamos indemnes de cualquier contacto no deseado con alguna declaración, un debate o un primer plano de Patiño Mejide o su contrapicado de Risto Mariñas.

Uno de esos anuncios institucionales, relacionados con la violencia de género, sitúa a mi entender con mucho acierto el problema. Es una riña de una pareja de jóvenes veinteañeros, vestidos sin ningún rasgo de problemática social ni económica, es decir una pareja normal y corriente de clase media que se van calentando en el enfado, van subiendo los insultos y el chico, el varón, acaba dándole un empujón, es decir haciendo una agresión física a la muchacha. Pasada esta acción se congelan las imágenes y aparecen vecinos, viandantes que si «ven» lo sucedido, que acusan, y esas mismas personas, esos ciudadanos, ayudan a la chica, porque sí «oyen» su denuncia. Es un anuncio muy logrado, desdramatiza para objetivar, nos lleva la advertencia sobre las fases previas a las más violentas, alerta de la escalada, de la costumbre que se adquiere desde el instituto en ocasiones y se va ampliando hasta lo insufrible con la desgraciada indiferencia social que no quiere ver y ni oír lo que sucede al otro lado de su tabique.

La publicidad bien estructurada, con mensajes nítidos, es decir, convincentes, se utiliza también en un sentido muy diferente. La Iglesia pide marcar la cruz en su casilla de la declaración de la renta y explica de manera idealista todo lo que supuestamente hacen con ese dinero. Es un buen anuncio, pero confunde, abunda en lo irreversible de la pobreza y otras milongas para ejercer la caridad. Los impuestos que pagamos son para que se haga justicia retributiva. ¿A que me ha salido bien esta última frase? Pura publicidad.

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