Martin Garitano Periodista
Las coincidencias del ministro
El ministro del Interior español, Pérez Rubalcaba, es hombre de coincidencias. Y no siempre afortunadas. Coincidió su tiempo como ministro portavoz del Gobierno de Felipe González con la catarata de informaciones que ponían al descubierto la actividad criminal del GAL. Y le tocó torear con los datos que señalaban al corazón mismo del Ejecutivo de González como el foco dirigente de la organización mercenaria. También coincidió en su actividad política con Barrionuevo, cuando en las estructuras del Gobierno campaban personajes como Vera, Elgorriaga o Sancristóbal. Y cuando le impusieron el fajín de general a Rodríguez Galindo. Cosas de las coincidencias, sin duda.
Ahora como ministro del Interior, teórico máximo responsable del buen desarrollo de los procesos electorales, ha coincidido con un pucherazo de dimensiones inimaginables en la Europa del siglo XXI. Pucherazo, sí. Más allá de las meras sospechas.
La institucionalización del fraude electoral en el sistema político español viene de antiguo. Fue el instrumento creado al efecto de garantizar el turnismo entre los conservadores de Cánovas del Castillo y los liberales de Sagasta durante la Restauración Borbónica. Otra coincidencia.
Así, para manipular los resultados electorales y forzar a las urnas a decir lo previamente pactado, se vaciaban o rellenaban las urnas de papeletas de un partido político. También se hacía votar a los difuntos, los llamados votos lázaros, o se inscribía a los votantes en determinadas circunscripciones para alterar el resultado de las elecciones, los cuneros.
No sé si en esta ocasión se han contabilizado votos lázaros o cuneros. En ocasiones anteriores ha habido casos certificados. Pero de lo que no cabe duda es de que el pucherazo ha sido masivo. Los casos afloran por todas partes, los responsables del recuento incumplen su propia legalidad para impedir a los afectados verificar el contenido de las urnas y el derecho a la sospecha se refuerza. Sumen a todo ello el apagón informativo de los medios serviles a la peculiar democracia de la Ley de Partidos y tendrán, negro sobre blanco, el diagnóstico más preciso que cabe imaginar sobre lo que aquí y ahora ha sucedido. Se puede llamar adulteración, amaño, falsificación, fraude, martingala, filfa, engañifa, camelo, escamoteo o, simplemente, pucherazo. Y Pérez Rubalcaba, ministro del Interior. ¡Qué coincidencia!