Iñaki LEKUONA Periodista
Lo que nos queda por andar
La vida es un continuo avanzar y retroceder, un adelante y un atrás que, a través de la ilusión del futuro, se nos antoja un progresar. Para cuando nos hacemos mayores, volvemos a ser pequeños. Cuando nos creemos más civilizados, nos convertimos en salvajes. Cuando creemos estar más allá, realmente estamos más acá, o incluso más atrás, donde nos encontrábamos ayer o anteayer o hace treinta o cincuenta años.
Esta semana, abrir el periódico ha sido retroceder, aunque hay quien sospecha que nunca nos movemos y que siempre permanecemos en el mismo sitio, como si subiéramos los peldaños de una escalera mecánica que no hace sino bajar, como si despertáramos siempre al principio del mismo sueño. Da lo mismo. Quedarse o irse para volver, que son actitudes bien distintas, viene a ser lo mismo en este país que más parece un armario mohoso, carcomido por herencias de otros siglos, que una democracia como la que pretenden los leales súbditos de la corona española, esos que te cambian un rojo por un blanco, un válido por un nulo.
«No es mi competencia, es de la Junta Electoral Central». Qué inocencia desprende el bueno de Rubalcaba. Y qué paz. Y en el Ministerio del Interior, los ángeles alaban al señor, ministro por la gracia de dios, no Dios, que no hay que mentarlo en vano, sino dios, el one de Txiki Benegas, aquel que gobernó en aquella época oscura a la que hemos retrocedido en estas europeas, aquella época de sombras impunes de la que no nos hemos movido en estos años en los que tantos y tan diferentes escalofríos nos han surcado el cuerpo. No queda otra que enfundarse un polo y echar a andar. Avanzar.