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Victoria Mendoza Psicoterapeuta

La pandemia nuestra de cada día

¿Quién nos pidió permiso a nosotros cuando llegaron hace quinientos años a llenar sus barquitos de oro y diamantes? ¿Quién nos pide permiso ahora para acabar con nuestro petróleo y nuestras riquezas naturales?

La pandemia de todos los siglos ha sido y es la guerra sucia. Los políticos están tan ocupados en hacer dinero y guerras, trampas electorales, alianzas fraudulentas y otras tantas barbaridades que no les queda tiempo ni para gobernar. La guerra sucia se extiende por todo el mundo, se generalizan los secuestros y desapariciones, asesinatos y torturas, detenciones y encarcelamientos de personas que por sus ideas pueden pasar toda su vida en la cárcel tratados peor que cualquier delincuente o violador; nada que ver con la impunidad de políticos corruptos.

Los americanos creíamos que Europa era una cultura civilizada y democrática pero no hay grandes diferencias. En Europa, y concretamente en España, hay corrupción, fraude electoral, abuso de poder. No hay uno sino muchos guantánamos, donde nuestros presos vascos, inmigrantes, gitanos y pobres son sometidos no sólo a la dispersión, sino al maltrato de funcionarios, al espionaje, a la prohibición, a la humillación, a la vejación y a toda la gama de maltrato físico y psicológico. Porque en estos tiempos es un delito ser vasco, negro, árabe, musulmán o pobre. «Y ándense con cuidadito». Ya nos estamos cansando, no nos creemos sus discursos bonitos. Muchos de nosotros estamos sintiendo hambre desde hace años, nos estamos quedando sin casa, sin trabajo, estamos padeciendo la crisis y la corrupción, sin que importen en lo más mínimo a banqueros o a políticos de turno nuestras carencias o padecimientos.

¿Qué pasaría si realmente los árabes se unen, se organizan y dicen «hasta aquí hemos llegado»? ¿Si nosotros, inmigrantillos, nos juntamos, nos organizamos y decimos «basta de leyes inhumanas de retorno y de inmigración, ¡a la basura todas esas leyes!»? ¿Quién nos pidió permiso a nosotros cuando llegaron hace quinientos años a llenar sus barquitos de oro y diamantes? ¿Quién nos pide permiso ahora para acabar con nuestro petróleo y nuestras riquezas naturales? Ustedes, europeítos, han sido muy crueles y ambiciosos y nosotros, inmigrantillos, «sudacas», «moros» y «negros» -como muchos nos llaman-, hemos sido lentos en reaccionar. Pero, como se dice en mi pueblo, «el hambre es canija y hasta al burro hace hablar».

Afortunadamente no hay bien que por mal no venga. Empezamos a ver las cosas con más claridad, la guerra sucia no sólo se ve, sino que se siente, es una guerra sucia en toda la extensión de la palabra. Díganme ustedes, grandes políticos europeos, qué pasaría si todos estos inmigrantillos, moros, negritos y sudacas, nos juntamos, y de paso nos juntamos con los vasquitos que también están luchando por un trabajo y una vivienda justa, por derechos mínimos de supervivencia, por una dignidad de etnia y cultura, por la desaparición de leyes e imposiciones políticas que nos tienen ahogados a unos y a otros por igual ¿qué pasaría si eso sucede? Sepan que somos muchos, y que estábamos dormidos y distraídos, pero que vamos despertando, levantándonos y conociéndonos, y nos estamos dando cuenta que padecemos del mismo virus y somos victimas de la misma pandemia social y política.

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