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Lo propuesto ni es Estado ni es nada

Martxelo DÍAZ

Llamar «Estado» a lo que ha propuesto Benjamin Netanyahu para los palestinos es exagerar. O engañar. Una entidad que no tenga la posibilidad de organizar un Ejército para defenderse de las amenazas exteriores y a la que se le hurte el control de su espacio aéreo puede denominarse cualquier cosa menos Estado. Un territorio dividido como un queso gruyère por una multitud de colonias sionistas no se puede organizar de una manera mínimamente ordenada. Menos todavía cuando el ocupante ha mostrado claramente sus intenciones de no detener (o de continuar) construyendo más colonias y robando más territorio y más recursos hídricos. Prueba de ello es que ni Netanyahu (ni Obama) han mencionado siquiera el Muro del Apartheid, la nueva herramienta sionista para robar más tierra a los palestinos.

Decir que «el problema de los refugiados palestinos debe resolverse fuera de las fronteras de Israel» es garantizar que el conflicto no se va a resolver, además de atacar directamente a una de las reivindicaciones básicas del pueblo palestino en su lucha por su supervivencia nacional. Israel lleva defendiendo esta política desde 1948 y el conflicto sigue más vivo que nunca.

Subrayar que Jerusalén, la ciudad que el sionismo ocupó ilegalmente en 1967, será «la capital indivisible del Estado judío» que los palestinos deben obligatoriamente aceptar también es perpetuar el conflicto, surgido de la marginación que padecen quienes no profesan la fe de Israel.

Lo que «ofrece» Netanyahu es más de lo mismo: perpetuar la actual situación de dominación en la que el pueblo palestino seguirá siendo sometido por el ocupante sionista. Llamarle a eso «solución de los dos estados» resulta obsceno.

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