El sistema económico y cultural nos ha llenado la vida de cromáticas y atractivas burbujas de esas que nunca explotan: el sector inmobiliario, el ciclista, el fútbol, las finanzas, la música, los festivales, internet... Los agentes pensaron que aquí lo único que se evaporaba eran las pompas de agua y jabón de los niños, pero desde que saltaron por los aires las empresas punto com de internet y, recientemente, las del sector inmobiliario, ya se sabe que aquello que se hincha sin medida, puede explotarte en los morros. Ocurrió asimismo con el compacto y sus desorbitados precios. Pero debilitado el cedé, las multinacionales ya comienzan a inflar el globo del vinilo (en tímido regreso de la ultratumba) mediante precios de escándalo.

Desde hace años, el monto destinado a discos se está trasladando a la música en directo. Hay negocio, más que nunca, por lo que muchos empresarios han desviado sus inversiones hacia este sector del entretenimiento. La avaricia está fabricada con pegamento, así que una buena parte de los músicos no tiene inconveniente en cobrar millonadas que luego son, naturalmente, prorrateadas entre sus seguidores, que son sus explotados colegas. Ante el chollo, pisotón y ponte hielo.

De momento, burbujas como el fútbol mantienen toda su soberbia incluso en situación de crisis general, pero los conciertos sí están notando la recesión por lo que los promotores perfilan mejor sus propuestas, aunque no sea el caso de un Leonard Cohen, por ejemplo, que cuesta por encima de los 100 euros y que va hasta los 235 del asiento reservado. Lo curioso, además, es que el margen para el promotor local es ridículo, siendo artista y mánager directo quienes se lo llevan en sacos.

No, aún no se puede hablar de reventón burbujero musical, pero lo cierto es que ya comienza a percibirse un fuerte reajuste en contrataciones y percibir una floja venta anticipada en general. Mientras tanto, quien pueda y quiera, que disfrute de la música en directo, exultante placer.