Crónica | Elecciones presindenciales en Irán
La alargada sombra de los minaretes dorados de Zahedán
La resaca de la controvertida cita electoral persa relega a un tercer plano la guerra «oculta» que se libra en el Baluchistán bajo control de Teherán; un conflicto prácticamente desconocido, pero en el que se juegan cartas a nivel global.
Karlos ZURUTUZA
Los espigados minaretes dorados de la mezquita chií Amiral-Mohmenin fueron levantados para ser vistos desde cualquier punto de la llana y rectilínea Zahedán. El templo está hoy cerrado, pero los azulejos color turquesa de su fachada y cúpula siguen luciendo impecables bajo el sol. Únicamente sus cristales rotos nos recuerdan el ataque suicida que sufrió el pasado 28 de mayo, en el que murieron 25 personas. La acción fue reivindicada por Jundullah (soldados de Dios), una organización suní archienemiga de los chiíes, y con base en la vecina Pakistán.
La respuesta de Teherán no se haría esperar. Dos días después del atentado, tres paquistaníes, Haji Noti Zehi, Gholam Rasoul Zehi y Zabihollah Naroui, fueron ahorcados en público en Zahedan. Según el Ministerio del Interior persa, habían confesado haber pasado de contrabando los explosivos desde Baluchistán este (bajo control de Islamabad) y haberlos entregado después al kamikaze. Curiosa- mente, los tres ejecutados estaban ya detenidos cuando ocurrió la explosión.
«Eran tres desgraciados que pagaron el pato, tres cabezas de turco», comenta Noordan desde su tienda de chadores en el bazar de Zahedán. Cierto o no, la organización suní negó toda implicación de los acusados tras su precipitado ahorcamiento.
«Jundullah lucha por la libertad de los baluches y contra la ocupación colonial de los farsis», continúa Noordan, sin dudar sobre la legitimidad del atentado a la mezquita: «La mayoría de los que estaban dentro pertenecían a los servicios secretos y a los Guardianes de la Revolución», añade con rotunda seguridad.
La «ocupación» a la que se refiere Noordan resulta más que evidente en Zahedán, el principal núcleo de población en la región de Sistán y Baluchistán. Localidad originariamente balu- che (y por lo tanto suní), el 60% de su más de medio millón de habitantes son hoy los farsis, que ocupan todos los puestos gubernamentales, sean de ventanilla o de barracón. Aunque es difícil encontrar a un baluche que se sienta cómodo bajo el régimen de Teherán, no todos comulgan con la lucha armada de los «soldados de Dios».
«El BLA (Ejército de Liberación Baluche) y el BRA (Ejército Republicano Baluche) son organizaciones armadas laicas y de izquierdas que sí defienden nuestros intereses», afirma Merab, otro baluche local. «Jundullah -continúa- es un grupo de fanáticos religiosos dirigidos por un analfabeto como Malik». Se refiere a Abdulmalik Rigi, considerado el líder de dicha organización armada suní.
Su hermano, Abdulhamid Rigi, fue ahorcado por Teherán el pasado 6 de junio por su supuesta implicación en una serie de ataques contra intereses iraníes. En una entrevista que concedió a Press TV (una cadena de televisión persa en lengua inglesa) en vísperas de ser ejecutado, Abdulhamid Rigi aseguraba haberse reunido en 2005 con agentes estadounidenses en Islamabad una vez, y que su hermano lo había hecho en varias ocasiones en Karachi y en Islamabad. En uno de esos encuentros, dos supuestos agentes de EEUU les habrían ofrecido entrenamiento en bases en Afganistán. «¿Cuantos efectivos puedes reunir?», decía Abdulhamid que le preguntaron a su hermano. «Entre 2.000 y 3.000, pero necesitamos dinero para equiparlos», respondió el líder.
Sospechas y condenas
Teherán lo tiene fácil para vincular a Jundullah con Washington. Le basta con rescatar un informe publicado en 2007 por el «Sunday Telegraph», en el que se afirma que «Jundullah es una creación de la CIA diseñada para forzar un cambio de régimen en Irán», o un reportaje en la misma línea de la cadena también estadounidense ABC, entre muchos otros.
Y muchos apuntan a que Jundullah cumpliría una doble función: desestabilizar al régimen de los ayatolás y deteriorar al mismo tiempo las cada vez más fluidas relaciones entre Irán y Pakistán. El objetivo de esto último sería evitar la construcción de un oleoducto que transportaría los hidrocarburos persas hasta India a través de Pakistán; o lo que es o mismo, que atravesara Baluchistán de oeste a este.
Entretanto, la Casa Blanca condena el atentado de la mezquita de Zahedán por boca de su portavoz, Robert Gibbs, y extiende su repulsa hacia «cualquier otro acto de terrorismo, en cualquiera de sus formas y contra quienquiera que esté dirigido».