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Especulación alimentaria y hambre

Los precios de los productos alimenticios seguirán subiendo, a pesar de la crisis, según se desprende de un informe hecho público ayer por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Aunque este incremento, a su vez, dependerá del valor que en cada momento alcance el petróleo, se estima que en ningún caso estará por debajo del 10% en los próximos diez años y que, en el peor de los escenarios, podría dispararse hasta el 30% en el mismo periodo si el barril de crudo supera la barrera de los 100 dólares. Por lo tanto, y aunque en los últimos meses se ha registrado una moderación, los precios de los alimentos nunca regresarán a niveles anteriores a las grandes subidas de 2007 y 2008.

El mismo informe de la OCDE y la FAO refleja otra realidad cada día más preocupante: la inseguridad alimentaria. Este término, eufemismo tras el que se esconde el hambre, afectará a la población de los países más pobres, con serios problemas para acceder a los alimentos. En esos países, el gasto en alimentación significa un elevado porcentaje de los ingresos familiares (hasta el 70% en algunos casos), por lo que el devenir de los precios se sitúa como piedra angular de la subsistencia. Y aunque el impulso a la agricultura aparece como figura clave para la reducción de la pobreza, un eventual incremento significativo de la superficie agrícola en el mundo impulsaría otras amenazas relacionadas con el impacto ecológico y la escasez del agua.

Ante este panorama surge con fuerza el debate sobre el derecho a la nutrición de la población mundial y la soberanía alimentaria de los pueblos. La crisis financiera ha provocado que muchos de los grandes inversores hayan vuelto sus ojos hacia la agricultura, un valor sostenido por una realidad inalterable: tenemos que comer cada día. Así, compran extensos territorios cultivables de África y Asia (o adquieren sus derechos de explotación) para seguir haciendo lo que mejor saben, especular. Influyen en los precios, y, mientras lo hacen, condenan a morir a millones de personas. De hambre.

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