El nombramiento de Alberto Surio como director general de EITB, nos devuelve las retóricas ancestrales. Para quienes lo nombran, se trata de un ser angelical sin mácula ideológica y que representa las excelencias de la máxima profesionalidad. Para la oposición, aunque algunos eran los que los nombraban hasta hace tres días, se trata de una persona que responde a un perfil ideológico de acuerdo con sus valedores y se cuestiona que sea solamente su currículo el que le haya llevado hasta el cargo.

Siempre utilizando la noción de la profesionalidad como una coartada, como un valor de cambio, como algo que se lanza al contrario para descalificar y cuando nos referimos a un ente como EITB, se pone en cuestión la entidad profesional de unos cientos o miles de trabajadores por lo que entendemos que la nueva mayoría parlamentaría llega con más prejuicios de los debidos y con un espíritu de venganza que no puede alumbrar nada bueno. Los problemas del EITB han sido, son y serán de índole estructural, de dimensionar exactamente sus posibilidades, de definir sus objetivos, de leerse la carta fundacional para entender que una de sus funciones es la normalización del euskera como lengua de ocio y entretenimiento además de administrativa y vehicular y unos cuantos conceptos más que sería bueno recitar en voz alta para que no se crea nadie que se debe empezar de cero, sino que hay que diagnosticar y plantear unas estrategias claras aprovechando toda la potencialidad del personal existente. Que es mucho.

El nuevo equipo tiene mucho trabajo, empezando por ver la situación económica y el organigrama general. También puede recuperar a los sancionados por sus ideas que son unos cuantos. Pero no creyéndose que llegan con la profesionalidad absoluta, que no se engañen, que ellos acaban de desembarcar porque alguien les ha señalado con el dedo. De momento nadie duda demasiado de sus méritos. Algo tienen a favor, es muy difícil hacerlo peor que los anteriores. Confiemos en que el sectarismo que practiquen se note un poco menos. Nosotros aguardamos, mirando de reojo, con toda la profesionalidad que nos ha concedido la química y la física.